El mundo se había informatizado
de tal forma que se daba por hecho que todos estábamos en posesión de un móvil,
una línea de teléfono, datos o wifi y que sabíamos cómo realizar por nuestra
cuenta todos los trámites imaginables. Lo que no tuvieron en cuenta fue estar
en un crucero donde internet era como jugar al bingo y que cantaras línea. Con
ese planteamiento, Javier y José Ramón nos propusieron reunirnos en su camarote
para sacar las tarjetas de embarque para el vuelo de la mañana siguiente. Así íbamos
avanzando tramites, aunque el nuevo horario implicaba tiempo suficiente para su
realización sin apreturas.
Casi tardamos más tiempo en
obtener las tarjetas que en lo que iba a durar el vuelo. Además, intentamos
modificar la hora de recogida del vehículo en el aeropuerto de Calgary, como
consecuencia del cambio de vuelo, y no hubo forma humana de hacerlo, salvo
introducir el cambio del código del vuelo como referencia para los del alquiler
de coches. ¡Qué cantidad de horas invertidas o pérdidas en trámites!
Quedaban horas por delante hasta
la cena. Revisé la hoja parroquial en busca de diversiones. Las charlas que
ofrecían me seducían poco. El inicio del trivial sobre La guerra de las
galaxias en el Chef´s Table me expulsó del lugar. No era tan entusiasta de
la serie ni acumulaba tantos conocimientos. Me fui de la popa hacia otro lugar
tranquilo donde leer o escribir o entretenerme observando a la gente, algo que
me encantaba, aunque lo había practicado en exceso el día anterior.
Deseché practicar en el muro de
escalada. Los niños se afanaban en trepar bajo la supervisión del encargado de
la atracción y de sus padres, que los freían a fotos y a gritos de ánimo. Quizá
si hubiera habido alguien que me jaleara lo hubiera intentado. Realmente, me
daba un poco de vergüenza. En la semana de crucero no me había desprendido
totalmente de ella. Lo siento, seguiré practicando.
hE LEÍDO TODO TU COMENTARIO Y SE ME HA HECHO CORTO ¡¡¡
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