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Cuando los mitos se asoman al mar 67. Adentrándose en la antigüedad.


 

Como nuestras preferencias eran Pompeya y Herculano, nos dirigimos directamente a la segunda planta, con el imponente Salón del Reloj de Sol, sus frescos en el techo y la escultura de Cronos. Admiramos escenas de todo tipo: cotidianas, mitológicas, de paisajes. Todas ellas habían estado adosadas a las paredes de las casas, lo que muestra el lujo imperante en las mismas. Los colores eran suaves, terrosos, el realismo impresionante, teniendo en cuenta que fueron realizadas hace dos mil años. Algunas me trajeron a la memoria los libros de arte del colegio. Algunos rostros los había visto tantas veces que los consideraba de la familia.



En otra sala había una enorme maqueta de Pompeya que reproducía la ciudad con gran detalle. La rodeamos, la observamos minuciosamente y callejeamos con la mirada por los mismos lugares que habíamos recorrido. Proyectaban un vídeo con buenas explicaciones sobre cómo ocurrió la desgracia causada por el Vesubio.



Fuimos contemplando esculturas romanas, bustos, los corredores, dioses, emperadores, Pan y la cabra, una escena no apta para menores. Las piezas estaban bien expuestas, con paneles informativos con excelentes explicaciones y planos, todo dirigido al disfrute y comprensión de los visitantes.



La zona de los mosaicos (una planta más abajo), alojaba el famoso de Alejandro Magno, La batalla de Alejandro contra Darío, procedente de la casa del Fauno, de Pompeya. Me gustaron especialmente los que representaban animales. A continuación, el Gabinete secreto, con frescos y esculturas de claro contenido erótico y unos príapos de penes descomunales.



Tuvimos que saltar muchas salas y muchas obras interesantes. De la colección Farnesio visitamos la Afrodita Calipigia, el Hércules y el Toro Farnesio, que representaba la muerte de Dirce, reina de Tebas.

Tomamos el metro y salimos en la base del Castel Nuovo. La imponente mole del castillo creado por Carlos de Anjou quedaría para otra ocasión.

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