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Cuando los mitos se asoman al mar 66. El Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.


 

Si el visitante no es aficionado a los museos o carece de tiempo para ellos, debe de hacer un hueco en su programa para incluir una visita imprescindible: el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.



Después de visitar Pompeya nos convencimos de la necesidad de completar esta visión con la del museo que albergaba múltiples piezas de sus excavaciones, de Herculano y de otros lugares del sur de Italia. La Lonely Planet incluía un desafortunado comentario al respecto, indicando como origen de una parte de los fondos “tesoros saqueados de Pompeya y Herculano”, cuando realmente fueron producto de las excavaciones sistemáticas iniciadas por Carlos III (Carlos VII de Nápoles). Él fue el fundador del museo, pero no a finales del siglo XVIII, como indicaba la guía, puesto que en 1759 abandonó el trono napolitano para ocupar el español.



El folleto del museo era más claro y fiable. Carlos III “ideó el proyecto del museo Farnesiano, al trasladar a Nápoles parte de la rica colección heredada de su madre, Isabel de Farnesio, y el repertorio de restos vesubianos, que constituyen los dos núcleos principales del museo”.



Pagamos los 12 euros de la entrada y accedimos al amplio atrio. A ambos lados, dos jardines interesantes, el de las Fuentes y el de las Camelias. En el sótano, al que bajamos para ir al servicio, la colección Borgia de arte egipcio. Una pena no disponer de más tiempo para estudiarla a fondo.

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