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Cuando los mitos se asoman al mar 62. Por el Rettifilo rumbo a casa.


 

Desde la catedral bajamos por la calle de su mismo nombre, via Duomo, con la intención de dar un paseo hasta el apartamento. La calle se había despejado. Pasamos ante algunos envidiables palacios, el Museo Civico Gaetano Filangeri y alcanzamos piazza Nicola Amore hasta Corso Umberto I, conocida también con el nombre de Rettifilo. Era una avenida amplia y moderna que, en su momento, no estuvo exenta de críticas.

La epidemia de cólera de 1884 tuvo consecuencias trágicas para la ciudad. A la vista de ello, ejecutaron un proyecto de saneamiento integral de Nápoles. Uno de sus eslabones era la apertura de una gran avenida que aportara luz y aire a ese conjunto de infraviviendas que se consideraba una de las causas de la epidemia. Por otra parte, era evidente que sería el gran escaparate de la ciudad.



La apertura de esta avenida supuso la destrucción de una parte de la ciudad vieja y de sus barrios tradicionales. Algo parecido a lo ocurrido en otras grandes ciudades que abrieron grandes vías (la Gran Vía de Madrid o la de Murcia, por ejemplo) que partían el casco viejo, permitían una mejor comunicación y daban nuevo aspecto a la ciudad.

En 1905, Matilde Serao escribió varios reportajes bajo el nombre de El vientre de Nápoles. Para ella, el Rettifilo era simplemente un biombo para impedir la visión de la pobreza endémica de esos barrios que no fueron reestructurados. Se deduce una velada acusación de corrupción y de ignorar a los pobres. Simplemente, se les escondía tras el escenario de la gran avenida:

El Rettifilo era, tendría que haber sido lo que proporcionara aire, salud, limpieza a miles y miles de habitantes del pueblo de Nápoles. Su papel en cumplimiento de una idea de caridad civil pensada por Umberto I, Agostino Depetris y Nicola Amore, era el de vencer a la enfermedad y a la muerte en el pueblo napolitano.



Estaba claro que no se había conseguido y que incluso la solución distaba de su efecto estético:

Entrando luego en el Rettifilo, el ojo distraído, algo cansado del viajero moviéndose con rapidez, acaba por sentir admiración por la anchura de la calle, por su diseño, un diseño que, hasta cierto punto, puede considerarse bello… El Rettifilo tiene una línea majestuosa, su conjunto sorprende especialmente sí, atravesándolo rápidamente, mirándolo sin analizarlo demasiado, una no se da cuenta de lo feísimos que son muchos de estos novísimos edificios que se han levantado allí, con sus distintos colores, algunos chirriantes, con los zafios y pretenciosos adornos de algunos de ellos.

Es curioso que la imagen que transmiten Matilde Serao, en 1884 y 1905, Ana Maria Ortese, en 1953 y Valeria Parella, en la actualidad, coincide en mostrar la parte más oscura y negativa de la ciudad, como si no tuviera arreglo.

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