Desde la catedral bajamos por la
calle de su mismo nombre, via Duomo, con
la intención de dar un paseo hasta el apartamento. La calle se había despejado.
Pasamos ante algunos envidiables palacios, el Museo Civico Gaetano Filangeri y
alcanzamos piazza Nicola Amore hasta Corso
Umberto I, conocida también con el nombre de Rettifilo. Era una avenida
amplia y moderna que, en su momento, no estuvo exenta de críticas.
La epidemia de cólera de 1884
tuvo consecuencias trágicas para la ciudad. A la vista de ello, ejecutaron un
proyecto de saneamiento integral de Nápoles. Uno de sus eslabones era la
apertura de una gran avenida que aportara luz y aire a ese conjunto de
infraviviendas que se consideraba una de las causas de la epidemia. Por otra
parte, era evidente que sería el gran escaparate de la ciudad.
La apertura de esta avenida
supuso la destrucción de una parte de la ciudad vieja y de sus barrios
tradicionales. Algo parecido a lo ocurrido en otras grandes ciudades que
abrieron grandes vías (la Gran Vía de Madrid o la de Murcia, por ejemplo) que
partían el casco viejo, permitían una mejor comunicación y daban nuevo aspecto
a la ciudad.
En 1905, Matilde Serao escribió
varios reportajes bajo el nombre de El
vientre de Nápoles. Para ella, el Rettifilo era simplemente un
biombo para impedir la visión de la pobreza endémica de esos barrios que no
fueron reestructurados. Se deduce una velada acusación de corrupción y de
ignorar a los pobres. Simplemente, se les escondía tras el escenario de la gran
avenida:
El
Rettifilo era, tendría que haber sido lo que proporcionara aire, salud,
limpieza a miles y miles de habitantes del pueblo de Nápoles. Su papel en
cumplimiento de una idea de caridad civil pensada por Umberto I, Agostino
Depetris y Nicola Amore, era el de vencer a la enfermedad y a la muerte en el
pueblo napolitano.
Estaba claro que no se había
conseguido y que incluso la solución distaba de su efecto estético:
Entrando
luego en el Rettifilo, el ojo distraído, algo cansado del viajero
moviéndose con rapidez, acaba por sentir admiración por la anchura de la calle,
por su diseño, un diseño que, hasta cierto punto, puede considerarse bello… El Rettifilo
tiene una línea majestuosa, su conjunto sorprende especialmente sí, atravesándolo
rápidamente, mirándolo sin analizarlo demasiado, una no se da cuenta de lo feísimos
que son muchos de estos novísimos edificios que se han levantado allí, con sus
distintos colores, algunos chirriantes, con los zafios y pretenciosos adornos
de algunos de ellos.
Es curioso que la imagen que
transmiten Matilde Serao, en 1884 y 1905, Ana Maria Ortese, en 1953 y Valeria
Parella, en la actualidad, coincide en mostrar la parte más oscura y negativa
de la ciudad, como si no tuviera arreglo.

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