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Cuando los mitos se asoman al mar 60. San Genaro y el Duomo.


 

Cuenta la tradición que, durante las persecuciones de Diocleciano y Maximiano, las últimas antes de que el cristianismo saliera de la clandestinidad con Constantino, San Genaro, obispo de Benevento, en Campania, fue capturado. Fue introducido en un horno y salió ileso. Ni siquiera quedaron afectadas sus vestimentas. Ese milagro fue ilustrado por el valenciano, natural de Játiva y consolidado como pintor en Nápoles, José Ribera, en su cuadro San Genaro saliendo ileso del horno, que se encuentra en la capilla del santo en la catedral.

Ante el fracaso del primer intento, le llevaron al anfiteatro para que fuera devorado por las fieras, que tampoco le atacaron. Finalmente, fue decapitado. Su cabeza se conserva en la catedral.



San Genaro es famoso, aparte de por ser el patrón de Nápoles, por el prodigio de la licuación de su sangre, que se produce el 19 de septiembre, fecha de su muerte, el primer domingo de mayo y el 16 de diciembre. Dicen que si no se produce este fenómeno es de mal agüero. Cuando no ha ocurrido, los napolitanos han acudido a todo tipo de ritos. Por cierto, San Genaro debería estar hermanado con nuestro madrileño San Pantaleón, cuya sangre también se licúa.

La catedral estaba construida sobre un antiguo templo de Apolo, lo que confirmaba que el lugar poseía un carácter sagrado especial para diferentes cultos. La primera iglesia databa del siglo IV, de la época de Constantino, como el baptisterio de San Giovanni in Fonte, que aún conservaba unos preciosos mosaicos, y la originaria basílica de Santa Restituta.



La estructura gótica fue iniciada por Carlos I de Anjou, en 1272, y consagrada en 1315. Un terremoto en 1456 la dejó casi totalmente destruida. La decoración era eminentemente barroca, como en el caso de muchas otras iglesias de Nápoles y de la región. La fachada neogótica del siglo XIX estaba ante nosotros. El movimiento de gente era el propio de un domingo por la tarde. Entramos.



Lo primero que impactaba era el dorado y los frescos del techo. El lujo era especial y denotaba, una vez más, la riqueza de la Iglesia en el siglo XVIII. Riqueza que era más evidente en la capilla de San Genaro que, con razón, se llamaba del Tesoro. Parte de las piezas del mismo permanecían en esa capilla pero la mayoría fueron trasladadas al museo anexo y otras a una cámara acorazada del Banco de Nápoles. Destacaban la escultura en plata del santo, los frescos, el conjunto.



En el lado norte, la capilla más destacada era la basílica de Santa Restituta, de origen paleocristiano y totalmente reformada en estilo barroco. Sobre la cabecera, un fresco que simulaba una tela sostenida por ángeles. Al costado derecho, el baptisterio.

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