Salimos a la calle y nos
llevaron a una casa de vecinos. Parecía un piso normal, un bajo de una familia
modesta. Allí nos comentaron que una parte del pasado greco-romano de la ciudad
había sido absorbido por las construcciones posteriores. En concreto, nos
mostraron los restos del teatro grecorromano.
En tiempos de los romanos, una
avalancha de barro provocada por una erupción del Vesubio arrasó las
edificaciones construidas extramuros. A tenor de esas consecuencias se decidió
prohibir la construcción fuera de las murallas de la ciudad. Eso obligaba a
construir en altura y cubriendo construcciones anteriores. A lo largo de su
historia Nápoles había conocido la alternancia de esas épocas de expansión o de
construcción en altura.
Una vez en el salón, contó que
los expertos habían detectado por escritos y descripciones de viajeros de la
antigüedad que el teatro debía estar en esa zona. Fueron entrando en las casas,
realizaron algunas catas en los muros y comprobaron que algunos coincidían con
el tipo de pared construida por los romanos y que tenía virtudes antisísmicas.
Cuando preguntaron a la dueña si podían efectuar nuevas catas, ésta se negó.
Ante la insistencia de aquéllos, les mostró la bodega. Para ello, la guía corrió
una cama, abrió una trampilla y nos condujo a la bodega de la casa, que
coincidía con lo que fueron los camerinos del teatro.
Evidentemente que las casas de
los alrededores ocupaban otras dependencias y espacios del teatro. La
asociación fue comprando algunos de los inmuebles. Otros dueños se opusieron.
No era posible una expropiación porque hubiera supuesto tener que expropiar a
todos los vecinos, un esfuerzo inmenso para las arcas públicas. Así que habría
que ir portal a portal.
Salimos de ese portal y unos
metros más allá entramos en una antigua carpintería en el vico Cinquesanti, detrás de San Gaetano, que correspondería en el
pasado con el ágora y el foro. La primera impresión era que nos habían
trasladado a una exposición de belenes, algunos de ellos excelentes. El lugar
también había sido una pizzería, Da Sofia, en honor a Sofía Loren.
Cuando mirabas hacia el techo comprobabas algo extraño. Estábamos en la summa cavea. Sólo faltaba Nerón
interpretando alguna obra de teatro. Uno de los ventanales daba a un hotel, que
había mantenido otros restos. Y en la calle se notaba la supervivencia de otro arco
de las gradas. Impresionante.

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