Desde la plaza de San Gaetano
descendimos por una rampa. La temperatura cambió de forma inmediata y nuestra
guía se cubrió el cuello para impedir que el catarro que sufría por los cambios
de temperatura fuese a más. Una advertencia para todos. Llegamos a una primera
sala amplia, cuadrada, casi confortable. Nos mostraron algunos de los
utensilios utilizados.
Varias bombas de la Segunda
Guerra Mundial colgaban de una sala. Durante aquellos años, estos subterráneos
fueron utilizados como refugios antiaéreos. Mucha gente se instaló en ellos de
una forma más o menos permanente. Incluso, diez años después de concluir la
guerra aún vivían en estos lugares ante la falta de viviendas e incluso en
algunos casos por el temor a que volvieran los bombarderos.
Nos mostraron una cisterna
griega, otra romana, bajamos escaleras, pasamos por galerías de servicio. Los
romanos construyeron un acueducto para el abastecimiento de agua de la ciudad y
nuevos túneles, como la cueva de Cocceio y la de Seiano. En 1629, el conde
Carmignano edificó un nuevo acueducto.
Las cisternas fueron abandonadas
entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se detectó que allí se
fraguaban las tremendas epidemias de cólera que asolaban la ciudad. Así
durmieron durante años hasta la gran contienda. Décadas después se fueron
rellenando de escombros que fueron sacando paulatinamente los interesados en
recuperar este patrimonio.
Nos mostraron un experimento de
huertos subterráneos que nos pareció muy interesante. El objetivo era demostrar
la posibilidad de cultivar plantas sin luz solar.

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