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Cuando los mitos se asoman al mar 43. De piazza Bellini al Gesù Nuovo.


 

A pocos metros, piazza Bellini combinaba un doble atractivo: las ruinas excavadas y los bares de copas. Era una de las zonas de mayor animación nocturna de la ciudad. Disfrutar de una copa en compañía de restos arqueológicos y la compañía del músico de Catania era un atractivo especial.



El entramado de calles parecía haber sufrido la misma evolución que otros cascos antiguos. Había pintadas por todas partes que daban un aspecto ácrata. Habían abierto pequeñas tiendas que habían sacado al barrio de la marginalidad. Los jóvenes habían optado por recuperar un lugar con mucho encanto que de otra manera se hubiera venido abajo.



Nuestro primer objetivo de la mañana era la visita de la iglesia del Gesù Nuovo y el convento de Santa Clara, dos lugares emblemáticos que mi amigo Juan aconsejó que no nos perdiéramos. Con razón, porque eran espectaculares. En medio de la piazza del Gesù Nuovo imperaba la columna de la Guglia dell’Immacolatta. La presencia de turistas se notaba ostensiblemente.

La fachada de la iglesia era peculiar. Su adorno principal eran los picos de su almohadillado, una superficie en forma de pirámides. El pórtico era vistoso pero reducido y en lo alto había un amplio ventanal. Faltaban las torres o el campanario que la coronara. No se veía la cúpula. Sin embargo, el interior era espectacular.



La peculiaridad de la fachada se debía a que inicialmente correspondió al palacio Sanseverino, de traza renacentista y del siglo XV, que a finales del XVI pasó a los jesuitas, que lo transformaron en iglesia. Cuando el virrey Pedro de Toledo intentó introducir la Inquisición en Nápoles, el pueblo se opuso y Ferrante de Sanseverino se alineó con ellos. Los españoles le condenaron al exilio y confiscaron sus bienes, que subastó el fisco, que obtuvo 45.000 ducados por este inmueble. Entre 1584 y 1601 construyeron la iglesia.

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