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Cuando los mitos se asoman al mar 33. Templos, termas y domus.



Nos acercamos al templo de Venus. Las columnas eran de ladrillo, no de piedra. El revoco de sus fustes acanalados le daría un aspecto soberbio. El templo era enorme, digno de una de las divinidades grecorromanas que disfrutaba de mayor beneplácito entre los ciudadanos. El de Apolo, se alzaba en el otro extremo, con el Vesubio a la espalda. El templo de Venus estaba cerca de Porta Marina, por lo que estábamos casi junto a la entrada.


Entramos en las termas del foro, bastante bien conservadas, con parte de sus frescos, figuras e instalaciones: el apodyterium (vestuario), el tepidarium (habitación tibia), el caldarium (habitación caliente) y el frigidarium (habitación fría). El baño era una práctica habitual entre los ciudadanos que aprovechaban el momento para pegar la pava o para conspirar. Las gentes más pudientes lo practicaban en los baños privados de las domus, los balmae.


Refería otro panel del Arqueológico de Madrid, trasladable a Pompeya, sobre la domus:

La casa hispano romana, domus, es un microcosmos, espejo reducido de la ciudad. Es lugar para vivir, escenario cotidiano de la familia propietaria, concepto que incluye a los libertos y esclavos que viven y trabajan bajo el mismo techo. Es también símbolo social: desde las grandes villas suburbanas hasta la más humilde de las habitaciones, la casa refleja la situación social, riqueza e influencia del dueño.



En Pompeya abundaban esas casas lujosas y de prestigio en las que se exhibía la riqueza. Algunas conservaban parte de sus adornos, como frescos o mosaicos, aunque muchos habían sido trasladados al Museo Arqueológico de Nápoles, lo que hacía inexcusable su visita para complementar la de Pompeya. La plebe vivía en casas alquiladas de varios pisos.




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