Al lado estaba el Odeón, en su
tiempo, cubierto y de magnífica acústica. Al otro lado de la via Stabiana, las casas de las
compañías, formadas por pequeños grupos de actores que interpretaban varios
papeles. Los acompañaba un autor que escribía para ellos. Rodeamos la zona,
visitamos el foro Triangular, que daba al mar por aquella época, y el templo
Dórico, cerca del templo de Isis y el de Asclepios.
Griegos y romanos expandieron el
mundo urbano. En la civitas romana se
trabajaba, se cerraban negocios, se producía y se realizaban las ventas de esos
productos. La ciudad estaba bien trazada, ordenada, pavimentada. Desde el cardo
y el decumano, las avenidas principales que se cruzaban en el foro, y que en
paralelo generaban una cuadrícula, se multiplicaban las calles y las manzanas,
las insulae. Las tabernae (o tiendas) se combinaban con las domus (o viviendas). Cuentan que los pompeyanos escribían, de una
forma no demasiado correcta, versos de la Eneida
en sus paredes. Los muros, pilares, entradas y ventanas conformaban ese tejido
urbano por el que caminábamos como si fuéramos ciudadanos de la antigüedad. Por
cierto, era fácil despistarse y perder la orientación. Escaseaban los
indicadores. Tomamos via
dell’Abondanza.
Los flujos de masas convergían
en el foro. “En el foro -rezaba otro panel del Arqueológico de Madrid- se
concentran los símbolos del poder municipal. Allí se levantan estatuas con
inscripciones honoríficas para honrar a los miembros de las familias más
destacadas de la ciudad, implicadas en su gobierno: decuriones, duunviros,
cuestores, ediles, jueces y sacerdotes”. Acceder a esos cargos era algo
exclusivo de la clase senatorial, que debía poseer una fortuna mínima de un
millón de sestercios, o de los caballeros, con rentas mínimas de cuatrocientos
mil sestercios. La plebe, los libertos y los esclavos tendrían acceso a las
obras que realizaran los dirigentes o a otros beneficios fruto de su
generosidad. Los de arriba se rascaban el bolsillo para mantener sus apoyos y
su prestigio. Una buena forma de redistribuir las rentas.
El foro era rectangular y en su
momento lo rodeaba otra galería cubierta. Nuevamente las columnas daban
testimonio de la misma. Rodeando el foro topabas con los principales lugares
públicos: la basílica, sede de los tribunales y de los intercambios de la
ciudad, el templo de Apolo, el Macellum
o mercado de abastos, el granero u otras dependencias. Allí se congregaban los
grupos organizados para recibir las explicaciones y dispersarse en el tiempo
libre que les concedieran. El Vesubio, con una nube enganchada a su cima, era
una buena referencia.

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