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Cuando los mitos se asoman al mar 32. Del Odeón al foro.


 

Al lado estaba el Odeón, en su tiempo, cubierto y de magnífica acústica. Al otro lado de la via Stabiana, las casas de las compañías, formadas por pequeños grupos de actores que interpretaban varios papeles. Los acompañaba un autor que escribía para ellos. Rodeamos la zona, visitamos el foro Triangular, que daba al mar por aquella época, y el templo Dórico, cerca del templo de Isis y el de Asclepios.



Griegos y romanos expandieron el mundo urbano. En la civitas romana se trabajaba, se cerraban negocios, se producía y se realizaban las ventas de esos productos. La ciudad estaba bien trazada, ordenada, pavimentada. Desde el cardo y el decumano, las avenidas principales que se cruzaban en el foro, y que en paralelo generaban una cuadrícula, se multiplicaban las calles y las manzanas, las insulae. Las tabernae (o tiendas) se combinaban con las domus (o viviendas). Cuentan que los pompeyanos escribían, de una forma no demasiado correcta, versos de la Eneida en sus paredes. Los muros, pilares, entradas y ventanas conformaban ese tejido urbano por el que caminábamos como si fuéramos ciudadanos de la antigüedad. Por cierto, era fácil despistarse y perder la orientación. Escaseaban los indicadores. Tomamos via dell’Abondanza.



Los flujos de masas convergían en el foro. “En el foro -rezaba otro panel del Arqueológico de Madrid- se concentran los símbolos del poder municipal. Allí se levantan estatuas con inscripciones honoríficas para honrar a los miembros de las familias más destacadas de la ciudad, implicadas en su gobierno: decuriones, duunviros, cuestores, ediles, jueces y sacerdotes”. Acceder a esos cargos era algo exclusivo de la clase senatorial, que debía poseer una fortuna mínima de un millón de sestercios, o de los caballeros, con rentas mínimas de cuatrocientos mil sestercios. La plebe, los libertos y los esclavos tendrían acceso a las obras que realizaran los dirigentes o a otros beneficios fruto de su generosidad. Los de arriba se rascaban el bolsillo para mantener sus apoyos y su prestigio. Una buena forma de redistribuir las rentas.



El foro era rectangular y en su momento lo rodeaba otra galería cubierta. Nuevamente las columnas daban testimonio de la misma. Rodeando el foro topabas con los principales lugares públicos: la basílica, sede de los tribunales y de los intercambios de la ciudad, el templo de Apolo, el Macellum o mercado de abastos, el granero u otras dependencias. Allí se congregaban los grupos organizados para recibir las explicaciones y dispersarse en el tiempo libre que les concedieran. El Vesubio, con una nube enganchada a su cima, era una buena referencia.

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