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Cuando los mitos se asoman al mar 26. Cena en Sorrento


 

No hubo nada especialmente reseñable en el trayecto, salvo que el avance era lento. Cada uno rumiaba sus recuerdos, sus imágenes. Comentábamos poco, quizá porque el cansancio del día se había desplomado sobre nuestros cuerpos. Cuando creíamos que llegaríamos más pronto de lo previsto nos atrapó un atasco. Una de las rotondas agrupaba a los vehículos y una incorporación demencial nos apelotonó sin remedio. Nos lo tomamos con calma. Lo que vimos de Sorrento no nos resultó especialmente interesante.

El hotel Desireé estaba en via Capo, una carretera que oscilaba y subía cerca del mar y que agrupaba la mayoría de los hoteles de Sorrento, muchos de ellos antiguos caserones o palacetes que habían sido reconvertidos y que probablemente fueron residencias de verano de gente con buenos ingresos.

Soltamos las maletas, nos lavamos la cara y preguntamos al de recepción, un hombre encantador y eficaz, dónde podíamos cenar. A unos cientos de metros, subiendo la propia via Capo, se encontraba el agradable restaurante Verdemare que compartían turistas y lugareños, de comida casera y ambiente hogareño. Lo regentaba la familia Russo desde 1968. No había mucho más ambiente en los alrededores.

La comida estaba estupenda. Ofrecían otra especialidad de pasta, otra salsa, un pescado rico y unos postres caseros que eran irresistibles. Una buena cerveza nos volvió a soltar la lengua. No hay nada como revisar una jornada con la cena, relajados, sin presiones de horario y con buen ambiente.

No tardamos en irnos a la cama. El rumor del mar ayudó significativamente a dormir.

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