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Cuando los mitos se asoman al mar 18. Neruda, Skarmeta y la Certosa.


 

Bajar a Marina Piccola hubiera consumido nuestras fuerzas. El calor pegaba con fuerza y lo razonable era pasear por las calles empinadas repletas de tiendas, galerías y glamour. Los hoteles mostraban el lujo de sus instalaciones.

Una placa rendía homenaje al ilustre poeta chileno Pablo Neruda. Aquí vivió su pasión con Matilde Urquiza y compuso Los versos del capitán. Capri inspiró a todos los escritores y artistas que se dieron cita en la isla a lo largo del tiempo. Porque transmite algo especial. No me hubiera importado ser huésped de algún potentado que me cediera su villa para potenciar mi escritura.



Su relación con Capri quedó reflejada por Antonio Skarmeta en El cartero y Pablo Neruda. Me abstraigo del trajín de la calle y de las tiendas de lujo y me lo imagino caminando por estos lugares, buscando el más adecuado para escribir sus poemas, dejándose penetrar por la naturaleza salvaje y la sencillez de los lugareños. Y me viene la imagen de los diálogos entre Phillip Noiret y Massimo Torisi. Y, por supuesto, de María Grazia Cucinotta.



Entre villas y palacetes, jardines y vistosas flores, distraídos por las tiendas y las galerías y tratando de confirmar si Capri parecía un decorado de cine, como habíamos leído, bajamos hacia la Certosa di San Giacomo, fundada en 1363. El edificio albergaba la biblioteca municipal, una sala de exposiciones y un museo. Nos asomamos a la iglesia, solitaria, sin bancos, observamos sus frescos, con una representación de la virgen en la entrada, nos asomamos a sus claustros y continuamos. Cuentan que en el siglo XVI fue asaltada por los piratas sarracenos y en el XVII se encerraron los monjes en su recinto para evitar el contagio durante una epidemia de peste, lo que sentó muy mal a los lugareños, que en venganza arrojaron los cadáveres de los infectados por encima de la tapia.

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