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Cuando los mitos se asoman al mar 17. Los Faraglioni.


 

Aparecieron los grandes protagonistas de aquel sector de la costa: los Faraglioni. “Allí están -regreso a Savinio- no pintadas sino naturales, esas catedrales góticas que levantan altivamente sus agujas y sus flechas. El agua juega en torno y chapotea, esmeralda en los puntos en sombra, centelleante tejido lamé donde le da el sol… En la dignidad de los Faraglioni el mar a su alrededor tiene una importancia capital”.



Eran islotes asediados por las barcas. En lo alto lucía el verde de los árboles. La verticalidad dejaba la caliza desnuda. Fueron acompañándonos mientras caminábamos de regreso hacia la ciudad. Un mirador permitía admirarlos y recobrar un poco el resuello antes de continuar hacia Capri. Desde una villa se controlaba todo ese ámbito.



La otra montaña, Solaro, se divisaba desde esta posición privilegiada. En el hueco que permitía más allá de Marina Piccola brillaban las casas blancas. En la costa, pequeñas embarcaciones descansaban o surcaban el mar tranquilo.



Emilio Errico Vismara eligió con acierto el emplazamiento de su villa: frente al mar, dominando los Faraglioni. Encargó la construcción nada menos que a Le Corbusier, quien dejó su impronta en Punta Tragara. Durante la Segunda Guerra Mundial fue la sede del Comando Americano y acogió a Eisenhower y a Churchill, entre otros. Años más tarde, la compró el conde Goffredo Manfredi y la transformó en un hotel de superlujo. Contemplamos la bella creación desde el mirador. Volvía el gentío. Estábamos otra vez en el pueblo de Capri.

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