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Cuando los mitos se asoman al mar 10. La costa de los piratas y la senda de los Dioses.


 

La mayoría del pasaje dormitaba y guardaba fuerzas para el resto de la jornada. Peor para ellos, porque se perdían la belleza serena de este tránsito. El camino era tan importante como el destino. Venus también nos protegía y nos regalaba este paisaje único. Esperábamos que Juno no se enterara. Pasó un yate y nos saludaron con cariño.

Intenté localizar la ubicación de la senda de los Dioses, una ruta mítica que atravesaba estos lugares a media altura entre la montaña y el mar ofreciendo un espectáculo a quienes gozaban del privilegio de caminar por ella. Había otros senderos, algunos de cierta dificultad y dureza. Siempre con el paisaje y las flores como protagonistas.



Llegamos a Positano y cruzamos la visión interior del anterior día con esta perspectiva desde el mar y su contrapicado, con la iglesia y su cúpula, con la playa en primer plano, la multitud de celdillas que formaban las oscuras ventanas en los rostros de las fachadas. Las sombras parecían haberse decantado por ausentarse de la población. Localizamos con placer el restaurante donde comimos, Il Capitano.



La presencia humana se fue desvaneciendo. Los acantilados expulsaban a sus invasores. En el mar, tres rocas asomaban entre Capri y Positano, Li Galli o Le Sirenuse, por las sirenas que aquí situaba la mitología. Menos mitológicos y más reales eran los barcos piratas que, en otro tiempo, se escondían tras estos islotes para asaltar a los barcos que salían por el estrecho de Capri. Un barco de pesca nos recordaba una vida pasada aunque tranquila.

El extremo de la península de Sorrento, punta Campanella, anunciaba la llegada a la isla.


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