Paramos en un mirador y se produjo una escena peculiar. Mientras fotografiábamos el paisaje aparecieron tres mujeres con sus artesanías, algo normal al saber que los visitantes paraban en ese lugar.
Lo que no nos esperábamos es que apareciera corriendo otro grupo de mujeres que debieron de considerar que con ello peligraba alguna venta. Gritaban como posesas para llamar nuestra atención, como advirtiendo para que no compráramos a las otras vendedoras, como si sus objetos fueran mejores. Y, detrás, por la curva que se adivinaba el frente, otro grupo más numeroso y vociferante.
Casi daba un poco de miedo aquel enjambre de mujeres ávidas de ventas, como una carga de vendedoras desaforadas capaces de cualquier cosa. Por si acaso, realicé varias fotos rápidamente, me alejé un poco del grupo y contemplé cómo rodeaban a mis compañeros y a las tres primeras mujeres, cómo sacaban sus artesanías y peleaban por plantarlas en las narices de los posibles compradores. Mamush trató de imponer orden dando un par de voces. Ni puñetero caso. Abrió hueco y al final se rindió a la evidencia y se descojonó de risa, como el resto.
El conductor sacó el móvil (iba haciendo fotografías
del trayecto como uno más) y recogió la escena. Seguro que cuando regresara a
su casa se lo iba a pasar fenomenal contemplando su botín de imágenes y vídeos.
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