En el centro de la sala había
una mesa larga con sillas y en un extremo una choza. Fui pasando a otras
vitrinas y explicaciones, todas de gran interés. La que se refería al cuerpo,
su embellecimiento y adorno, reflejaba cómo las escarificaciones eran motivo de
orgullo, una tradición que, curiosamente, practicaban los hermanos a sus
hermanas el día de su ritual de iniciación. Hasta entonces había creído que era
el posible novio quien lo hacía. Una mujer con pocas escarificaciones era
calificada de cobarde y era un mal partido.
Otra práctica corporal era la de
los tatuajes, konko, como los
denominaban, que en el caso de los Maale se hacían tras la primera
menstruación. Adornaban la frente, la nariz, la barbilla y alrededor de los
ojos. Los tatuajes permanentes eran dolorosos por lo que en la actualidad
muchas niñas optaban por los no permanentes. También los Ari habían abandonado
los tatuajes permanentes.
Sin duda, los rituales más
interesantes estaban relacionados con el noviazgo y el matrimonio. Entre los
Dassaneth, lo habitual era negociar con los padres. Si ese acuerdo se cerraba
cuando la niña era aún joven, permanecía con sus padres hasta que tenía suficiente
edad para ser entregada al marido. También podía haber un flechazo. Entonces,
se escapaban sin el permiso de los padres. Qué otras consecuencias podía
acarrear no lo describían en el panel. Los Hamer seguían también esa doble vía
con alguna peculiaridad para los matrimonios no pactados. Los Karo no permitían
el robo de las niñas: siempre había que negociar. Nadie se podía casar a la
fuerza. Otra curiosidad de los Bashada era que la mujer sólo se dirigía al
marido directamente después de haber dado a luz a uno o varios hijos. Los
esposos podían ser bastante malvados con sus mujeres.
Salí al exterior. Del tejado
colgaba una colmena enorme, como las que habíamos visto en los árboles en
nuestros desplazamientos. Me gustó una casa construida sobre un árbol, una
pequeña cabaña que hubiera hecho las delicias de los niños. La montaña estaba
cubierta de árboles y de verdor. Era un ámbito sereno y hermoso.
Para terminar, pusieron una
película sobre la ceremonia del toro de los Hamer (de la BBC), que
protagonizaba un tipejo que se sometía a ella como para demostrar la supremacía
del hombre blanco. Los azotes a las mujeres aparecían poco y se centraba en el ambiente
y en el salto sobre los toros amarrados y cubiertos de grasa.
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