Esta era tierra de
organizaciones humanitarias que asomaban sus logos a la carretera: un cartel de
Save the Children, otro con Australia AID, otro más con explicaciones de la
aplicación de fondos de la Unión Europea. Misioneros y cooperantes trataban de modificar
las costumbres de estas gentes.
Volvieron los campos de sorgo y
de maíz. Nos acercábamos a la zona montañosa y con ella al verdor, a un cambio
de paisaje. El punto de inflexión lo marcó Key Afer. Todo era más fértil.
Regresaba el asfalto, cómo no, obra de los chinos, y Jinka estaba a 40
kilómetros.
Introducirse en las montañas era
disfrutar de un paisaje que mezclaba lo alpino con lo africano, el verde con un
salpicado de árboles poderosos. La carretera subía y bajaba lo que provocaba
perspectivas cautivadoras. Los valles eran amplios, los picos eran la
culminación de suaves pendientes. A veces recordaba a una dehesa inclinada.
Busqué los huecos en el matorral para disparar la cámara.
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