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Imágenes y palabras de Etiopía 143. Una denuncia inútil y unas policías Arboré.


 

Realizamos una nueva parada para presentar la denuncia en la Police South. Era un lugar peculiar. El patio mostraba una ambulancia desvencijada de la Cruz Roja internacional. Se cabrearon bastante cuando hice una fotografía y dejaron muy claro que me abstuviera de fotografiar dentro del recinto. Cuando me asomé al interior de una de las destartaladas habitaciones comprobé que se almacenaban bolsas de Unicef, polvo de varias generaciones o un archivador metálico de la napoleónica que estaba completamente desencajado.  La cárcel parecía un corralito. Ondeaban la bandera etíope y la de Devu (o algo así) con una choza en el centro. El sol era terrorífico. Peor aún era el baño, donde las moscas vomitaban espantadas.

Dentro, se alargaban las gestiones. Llamaron a Turmi para confirmar los hechos, Mamush tuvo que redactar una declaración y firmarla, los documentos pasaron de unas manos a otras para firmarlos y sellarlos. La burocracia etíope era espantosa. E inútil.



Ione aprovechó para charlar un rato con dos policías. Uno de ellos, bastante alto, hablaba inglés y le presentó a dos policías femeninas de la etnia Arbore (o Arboré, con acento), simpáticas y luminosas. A primera vista, era prácticamente imposible conocer su etnia. Estaban asimiladas a un mundo más estandarizado y ajeno a las costumbres tradicionales de aquellos pueblos. Uno de los rasgos principales de esta etnia se cumplía: las dos policías llevaban el rostro pintado.

Era un pueblo esencialmente ganadero, propio de su itinerancia. El ganado era la medida de sus transacciones, como también lo era para otras etnias. Cada vez eran más sedentarios, lo que implicaba una mayor dedicación a la agricultura. Leí que tenían o habían tenido continuos enfrentamientos con los otros pueblos vecinos a consecuencia de los pastos. Oromos, Hamer y Sidamos eran sus enemigos tradicionales. Durante la ocupación italiana se acercaron a los europeos, lo que posteriormente fue utilizado como excusa para los ataques de esos vecinos a ambos lados de la frontera con Kenia, que quedó indefinida tras la independencia de este país.



Evidentemente, ninguna de ellas llevaba los adornos propios de su pueblo: colgantes, pulseras, el tocado en la cabeza que podía consistir en una tela, un turbante, una pluma, una piel o una calabaza, a veces con mucho arte. Las mujeres casadas llevaban falda de tela, mientras que las solteras la llevaban de piel de cabra, elemento que las distinguía claramente. En sus poblados, no se cubrían el pecho.

Leí que las mujeres eran más cercanas que los hombres, que solían estar lejos de la aldea pastoreando, lo que había provocado que fueran ellas las que más directamente se habían relacionado con turistas y viajeros. Las policías habían mantenido esa cercanía.

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