Mamush había comentado que las
tribus no se mezclaban, lo que podía causar ciertas taras por consanguinidad al
no introducir sangre nueva para las generaciones posteriores. Se daba la
poligamia y un hombre podía tener tantas mujeres como le permitieran sus
bienes, especialmente las vacas. La dote para el matrimonio se establecía en 20
vacas. En otras tribus podía llegar a ser de 120.
Las niñas no recibían educación
alguna. Además, sufrían la ablación, como era costumbre en toda la zona, y pese
a que el gobierno y los misioneros habían realizado una importante labor para
erradicar esta tremenda práctica.
Cuando parecía que el interés de
los visitantes decaía el jefe de la tribu fue sacando a los niños más pequeños
para una danza. Al principio parecía que estaban cortados. Luego se fueron
animando y les notamos contentos por aquella improvisada muestra de júbilo.
Al terminar la visita cruzamos
el río Omo en barcas de troncos. Al otro lado esperaba un grupo de niños con
camisetas de equipos europeos. Me entretuve en indicarles los equipos y los
jugadores. Mostraron poco entusiasmo. Era evidente que llevaban las camisetas
de forma aleatoria, sin que se identificaran con ninguno de esos equipos
europeos o de aquellos jugadores-estrella de los que lo desconocían todo.
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