Unos metros más adelante observé
a una adolescente de rostro interrogante, pelo muy corto y rojizo y los
pequeños senos apenas cubiertos por la piel de cabra. En un primer momento creí
que de su barbilla colgaba un objeto metálico incrustado en la piel, como la
correa metálica de un reloj de pulsera. Realmente era una gargantilla ancha de
pequeñas cuentas rojas, verdes y negras. Llevaba varios collares, el mayor de
conchas. La falda era una tela envuelta en torno a las caderas. Era hermosa y
un poco intrigante.
Los niños eran todo alegría, muy
dicharacheros, con un inglés básico. Rodearon a las mujeres, las tomaron de la
mano y las convencieron para que les compraran zapatos, muy baratos, por
cierto. Un grupo de cinco chicas de unos treinta años con las que coincidimos
varias veces en nuestro recorrido, también adoptaron temporalmente a algún
chavalín.
Los hombres eran altos y
orgullosos, todos bastante jóvenes, de pelo corto, siempre con ese objeto que
servía tanto de banqueta como de almohada y un palo largo y estrecho encorvado
en la punta. Vestían una tela en torno a la cintura y una camiseta occidental.
El suelo era seco y polvoriento
y las medidas sanitarias nulas. Las mercancías podían estar sobre una tela o
sobre el suelo. Las verduras tenían aspecto saludable e imaginé que de ahí
saldrían los alimentos para nuestra cena.
Nos desperdigamos por el
mercado, cada uno en busca de lo que más le apetecía. No tardaron en ponerse a
tiro las mujeres Hamer o Banna. Los hombres mantenían la distancia. Ellas se
acercaban, miraban hoscamente pero deseando que las invitaran a posar. Me
dediqué a ver ese coqueteo con mis compañeros de grupo, que me pidieron que les
hiciera fotos. Me interesaban sus reacciones, aunque eran bastante
inexpresivos, salvo los niños. Si hacía una foto general y abarcaba a alguna
vendedora, hacían aspavientos exagerados y giraban el rostro para ocultarlo o
mantenían la mirada con signos de pocos amigos. Sabían que era el tributo a
esos nuevos ingresos procedentes de los invasores.
Algunos hombres portaban fusiles
de tiempos de la Guerra Fría. Tuve dudas de que aún funcionaran, aunque no
tenía curiosidad por comprobarlo. Quizá vigilaban las transacciones.
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