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Imágenes y palabras de Etiopía 126. El mercado de Turmi.


 

Cuando llegamos al mercado su actividad frenética había descendido. Sin embargo, aún permanecían suficientes vendedores, compradores y curiosos para hacerlo atractivo. Mantenían esperanzas de ganarse unos birr posando para los turistas. Una foto, 5 birr. Sería la tónica de nuestro viaje por el sur. Cuidado con hacerles una foto y no pagar porque se podía crear un serio conflicto. Al bajar del autobús nos miraron con ojos poco amistosos, como invasores. Nos sentimos taladrados por sus miradas fijas e intensas.

Había algunas tiendecillas pero la parte principal del mercado, una vez más, eran puestos improvisados con el género en montañitas desplegado en el suelo y la vendedora buscando una pequeña sombra para no caer fulminada por el sol.



Contemplé desde la ventanilla del vehículo a una de esas mujeres mientras el resto bajaba. Me pareció que era Hamer aunque algunos aspectos hubieran podido trasladarse a una mujer Banna. Me mantuvo la mirada desafiante. Su pelo era un conglomerado de trencillas que formaban una especie de tazón invertido, como un gorro hecho de arcilla y grasa animal, probablemente muy eficaz contra los insectos y contra el sol. Los lóbulos de las orejas iban adornados con unos vistosos pendientes. En torno al cuello se concentraban varios collares y un adorno que era como un candado pitón, como el de las motos, a modo de gargantilla y que me recordó a una reminiscencia de la esclavitud. Los brazos y las muñecas exhibían pulseras metálicas. Iba cubierta con una pieza de piel de oveja o de cabra bastante tosca. La falda era del mismo material. En los pies, unas rudimentarias sandalias. Esa figura se repetía en todo el mercado: sentadas mirando al limbo, de pie ante sus mercancías y con gesto de orgullo, conversando o simplemente en grupo.



Había haces de leña bastante voluminosos por todas partes. La leña y el agua eran dos elementos esenciales que había que obtener todos los días para su sustento. Obtenerlos era una de las tareas de aquellas mujeres.

La subsistencia de su forma de vida en un medio hostil, global y cambiante fue el eje de una reunión que tuvo lugar en enero del 2005 en Turmi. Probablemente fue la mayor concentración de su historia ya que su población, que rondaba los mil habitantes, se vio alterada en aquella ocasión por ganaderos, representantes gubernamentales y de Naciones Unidas y donantes de 23 países de cuatro continentes. Todo un evento.

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