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Imágenes y palabras de Etiopía 124. El mercado de Konso.


 

Pasado el mercado de Kato, regresamos a las mismas constantes de la larga travesía. En este tramo nos cruzamos con más gente, especialmente con los niños que se acercaban con la esperanza de recibir alguna propina. Había que buscarse la vida y lo hacían con bastante creatividad. Algunos, salían con pequeños objetos que pretendían vendernos como recuerdos y aunque nuestro vehículo disminuía la velocidad no podía parar para esas transacciones. Otros, chillaban emocionados y corrían junto al autobús durante cierto trecho. Quizá algún día les viéramos en televisión ganando alguna medalla en un importante campeonato. Los más divertidos ejecutaban algún baile con movimientos espasmódicos que acompañaban con gritos de I love, en señal de amistad.



La vida de esas gentes transcurría junto a la carretera: apacentaban el ganado, caminaban buscando agua o leña para sus casas, se distraían con el paso de los turistas y rompían la monotonía de la mejor forma posible.

Llegamos a la zona de la etnia Konso y de la ciudad del mismo nombre que celebraba otro animado mercado. Cerca, se encontraba un lodge donde teníamos previsto comer, un lugar con preciosas vistas, pero renunciamos al mismo para ganar tiempo y llegar al mercado de Turmi. Paramos lo justo para ir al cuarto de baño y recoger unos bocadillos de tortilla y unas patatas fritas que degustamos en el interior del vehículo.



Subimos nuevamente a la montaña y cambió el paisaje. Contemplábamos una tierra fértil y roja, un altiplano donde la vida parecía más favorable. Las chozas simulaban en sus tejados cónicos de dos niveles las faldillas de las mujeres. Los remataban un caldero o una gran vasija, quizá un símbolo para atraer la prosperidad.

Al descender, el paisaje ondulado me recordó al de una dehesa. Las encinas eran sustituidas por las acacias y entre cada árbol se extendía un terreno abierto. Regresaron los cultivos de sorgo. La mayoría de los ríos que cruzamos estaban secos o con escaso caudal. Parecían ramblas de cauce casi plano y dependiente de las alternancias de lluvia y sequía.



Las montañas de suave pendiente estaban abancaladas y aprovechadas para los cultivos, lo que les daba un aspecto horizontal.

Las alturas permitieron un mirador natural sobre el valle del Omo, plano, extenso, con aspecto de estar bastante seco en unos tramos y verde en otros, quizá la arteria que formaba el río. Se apreciaba un contraste entre la montaña verde y la sequedad del llano. Recuerdo un largo tramo de carretera recta. El cielo se abrió y empezó el calor.

El contrapunto a los ríos secos lo marcaba el río Weito. Era la divisoria entre los Bena Tsemai y los Konso y también con la región de la Oromía. En la zona aparecieron termiteros gigantes. Nuevamente subimos a las montañas y el paisaje se convirtió en una especie de jungla.

Poco después estaba Turmi y su mercado.

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