Al fondo de la cueva observamos
varios sillones de cierto lujo. Lo interesante se producía detrás de ellos,
como un osario con más de diez mil cadáveres amontonados. Otra tradición
establecía la bondad de cortar un trozo de la vestimenta de uno de estos
peregrinos. El trozo de piel de vaca se ponía al cuello de los niños como
amuleto contra los malos espíritus. Aquella práctica había generado que los
cadáveres se depositaran desnudos y hubieran desaparecido todos los ropajes. De
poco les servirían en el otro mundo.
Muchos de los que venían hasta
este lugar para sanarse optaban por quedarse a morir en el entorno del lugar,
tradición que ya nos habían comentado la tarde anterior. Una amplia población
eremita vivía distribuida por el bosque y la montaña.
La iglesia, del siglo XIII,
estaba decorada en su interior con formas geométricas y algunas escenas que
podrían ser religiosas. Los frescos estaban bastante deteriorados pero se
conservaban en arcos y bóvedas. El artesonado del techo, en forma de barca invertida,
era de gran calidad y hermosos colores. La escasa luz tampoco ayudaba mucho
para distinguirlos, por lo que me decidí a hacer fotos con flash y contemplar
el resultado en la cámara.
Al salir, empezó a llover de
forma moderada, lo que hizo más resbaladizas las piedras del camino. Este
estaba jalonado de pobres y tullidos que competían por una limosna con los
niños que ofrecían sus figuritas de barro consistentes en jarras, bueyes y alguna
otra cosa que podía ser un recuerdo para el turista. Casi al final, llovió
intensamente y tuvimos que correr para guarecernos en el autocar. Al iniciar la
marcha, se empañaron los cristales. Aprovechamos para seguir observando el
paisaje, aunque con menos celo.
Comimos en un peculiar
restaurante con formas futuristas, como de nave espacial, el Ben Abeba. Era
horroroso pero tenía unas vistas magníficas. Lo construyó un escocés que había
compatibilizado la comida etíope con la occidental con un resultado bastante
digno. Aquí descubrimos tres tipos de enjera,
el plato tradicional de estas gentes. Sobre una superficie de pan fermentado
etíope, cuya superficie era como la de los callos, pusieron carne de cabra,
destinada a nuestro guía, verduras, para Luis, y carnes varias para Edu. Yo me
decanté por una ensalada con atún y el Shepherd’s Pie, una pequeña marmita con
zanahoria, patata y carne picada de cabra. Delicioso.
0 comments:
Publicar un comentario