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Imágenes y palabras de Etiopía 97. Yemerehanna II


Yemrehanna tuvo la intención de cortar el caudal del Nilo para que fuera aprovechado por su pueblo. Esto hubiera supuesto la ruina de Egipto, por lo que medió el patriarca de Alejandría para impedirlo, con éxito. El conflicto sobre las aguas del gran río africano se arrastraba desde antiguo.



Después de cruzar el muro que cerraba el monasterio, el palacio del rey quedaba a la derecha y al frente, mientras que la iglesia se situaba la izquierda. Ambas fachadas eran vistosas, de bandas horizontales bicolores de madera y albañilería, de estilo axumita, de hermosas ventanas, encajadas en el vientre de la cueva. Al este, al otro lado de un muro con dos arcos, estaba el Biet Lehem, el lugar para preparar el pan de la comunión. El interior del palacio carecía de interés. Comentaron que prácticamente no guardaba nada y que se utilizaba como almacén para los utensilios litúrgicos. Extraño destino para lo que fuera residencia de un monarca.



Detrás de la iglesia la tumba del rey estaba envuelta en un cortinaje rojo con cruces doradas enmarcadas en círculos, cortinaje que nos recordó a los de otros muchos lugares ya visitados. A su lado, la tumba de su fiel lugarteniente o guardaespaldas. La tradición exigía tomar una piedra y dar tres vueltas a la tumba. Quien consideraba que sus pecados eran pequeños tomaba una piedra pequeña, y ésta sería grande si los pecados eran muchos y graves. Luego, había que depositarla nuevamente en el mismo lugar. Los locales estaban exentos de llevar una piedra hasta el monasterio. Luego se arrodillaban, hacían una reverencia hasta el suelo, como lo hubiera realizado un musulmán, y besaban la tela que envolvía la tumba y la tocaban con la frente tres veces.



La tradición marcaba que un rey debía ser enterrado en su propia iglesia. En muchos casos, la construcción de la iglesia era la penitencia por la forma en que habían accedido al trono, normalmente eliminando a todos los demás pretendientes con derecho a reclamarlo. En el imperio etíope podía acceder al mismo todo aquel que tuviera sangre real. El número podía ser enorme.

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