Para el
último tramo, el vehículo fue sometido a un nuevo ascenso. La parte alta de la
montaña nos retaba por lo que desde el aparcamiento había que subir un camino
enlosado al que aportaban sombra los enebros. Daba la impresión de que
ascendíamos por la selva. Notamos la falta de oxígeno ya que alcanzábamos los
tres mil metros.
Cristo
nos muestra el camino: ese era el significado del nombre de este lugar de
peregrinación, Yemrehanna Kristos (o Imrahana Christos). Era muy afamado y
atraía a gentes de todo el país que acudían a sanar de sus enfermedades con el
agua bendita que caía desde el techo de un abrigo rocoso, algo similar al
fenómeno del monasterio de la tarde anterior. La denominación procedía del
predecesor del rey Lalibela en el trono (el tercero de la dinastía), quien
también había sido elevado a los altares. Mamush nos contó que el lugar estuvo
habitado por una familia de magos que se negó a abandonar el lugar para ser
convertido en monasterio, lo que obligó al rey a expulsarlos. No llegué a
captar las consecuencias de estos actos.
El
terreno sobre el que fue construido el monasterio era pantanoso, lo que obligó
a crear unos cimientos a base de paneles de madera de olivo. Ese terreno
pantanoso simbolizaba el mar. Quedaba aún aquella referencia en un agujero que
daba al pozo. Hasta allí se acercó una mujer mayor con bastón, que introdujo en
el mismo y depositó el agua que lo había tocado sobre la frente de una mujer
joven que quizá había acudido para pedir fertilidad o una vida mejor.
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