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Imágenes y palabras de Etiopía 109. El mito o la realidad de la reina de Saba.


 

Montamos en el vehículo bajo un cielo plomizo y amenazante de lluvia y atravesamos con parsimonia la ciudad. El tráfico era escaso. Nuestro siguiente destino estaba asociado con la reina de Saba. Antes de llegar a su palacio pasamos por lo que denominaban como el Baño de la reina de Saba, un amplio estanque entre la carretera y las rocas de la colina. Un grupo de jóvenes se bañaba desnudo en las aguas marrones ajeno a las miradas de quienes pasaban.

Nos llevaron después hasta una estela que tenía la peculiaridad de llevar inscripciones en griego, en un idioma desaparecido, el sabeo, y en ge’ez. Conmemoraba las victorias del rey Ezana.

La visita a la ciudad de Axum obligaba a retomar la figura de la reina de Saba, un personaje que se debatía entre la historia y la leyenda, para mayor atractivo de su figura.



Leí el Libro Primero de los Reyes que, en su capítulo tercero, hacía referencia a la visita de la reina de Saba. La narración no era tan completa como la del libro etíope del Kebre Neguest o Gloria de los Reyes. Conforme al libro bíblico, la reina de Saba supo de la prosperidad y sabiduría de Salomón y no dudó en realizar el viaje con un enorme séquito y grandes regalos: “llegó a Jerusalén con gran número de camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas”.

Durante su estancia quedó fascinada: “vio toda la sabiduría de Salomón y la casa que había edificado, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos”. No es de extrañar que quedara impresionada con la sabiduría y la prosperidad que superaban todo lo que había escuchado con anterioridad la ilustre reina. “El rey Salomón dio a la reina de Saba todo cuanto ella quiso pedirle, aparte lo que Salomón le dio con magnificencia de un rey como Salomón. Ella se volvió de regreso a su país con sus servidores”. En términos similares se expresa el segundo libro de las Crónicas en su capítulo 9, “La reina de Saba, en Jerusalén”.

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