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Imágenes y palabras de Etiopía 100. Regresando a las iglesias.


 

Atravesamos nuevamente el camino de purificación, esta vez sin cantar, aunque respetando la oscuridad y llamando la atención a quienes no la respetaban, que se quedaban algo confusos ante nuestra reivindicación. Apreciamos más los tajos del terreno cubiertos de hiedra, las ventanas que eran como ojos sobre el vacío, improvisados puentes que no llevaban a ninguna parte. Y alcanzamos los perfectos cubos exentos de San Manuel y Abba Libanos. La piedra ofrecía un color más suave atenuado por la tarde.



Regresamos al lugar donde habíamos vivido la ceremonia colorista y sonora. Contemplamos los tambores sobre las alfombras, abandonados, y recordamos los sonidos del Besacul, los cánticos para las ocasiones especiales que se habían repetido desde que los compusiera el santo Yared.

Ione quería visitar nuevamente el otro grupo de iglesias. Nos cerraron el paso, con lo que nos acercamos hasta San Jorge. También el color de su piedra había cambiado desde el amanecer anterior.



Bajamos hasta nuestra zona para hacer unas compras en los lugares que nos aconsejó Mamush. Cerca de nuestro hotel había una pequeña zona de comercios bien provistos de todo lo necesario para satisfacer las necesidades de los turistas. Pinturas en piel de vaca, pequeños iconos, joyas, cajitas, figuras de madera de tribus o de animales y un sinfín de telas y camisetas. Yo compré una pareja de esculturas de gentes de tribus del sur, una gacela comiendo y otra erguida en una madera oscura que probablemente era ébano. Sus precios eran bastante baratos: 150 birr por la pareja de la tribu del sur y 200 birrs por los animales.

En la cena comentamos nuestras compras y empezamos a realizar planes para el día siguiente. Por supuesto, no éramos conscientes de que nuestro destino se podía torcer.

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