Nuevamente confirmábamos la
abundancia de iglesias y monasterios, algunos de los cuales se anunciaban desde
la carretera con carteles y señales que necesitaban una sustitución. Desviarse
era una aventura. En Bilbala se encontraba San Jorge, excavada en la roca, San
Qirqos o Tkurza, que eran objeto de una protección especial.
Para el último tramo, el
vehículo fue sometido a un nuevo ascenso. La parte alta de la montaña nos
retaba por lo que desde el aparcamiento había que subir un camino enlosado al
que aportaban sombra los enebros. Daba la impresión de que ascendíamos por la
selva. Notamos la falta de oxígeno ya que alcanzábamos los tres mil metros.
Cristo nos muestra el camino:
ese era el significado del nombre de este lugar de peregrinación, Yemrehanna
Kristos (o Imrahana Christos). Era muy afamado y atraía a gentes de todo el
país que acudían a sanar de sus enfermedades con el agua bendita que caía desde
el techo de un abrigo rocoso, algo similar al fenómeno del monasterio de la
tarde anterior. La denominación procedía del predecesor del rey Lalibela en el
trono (el tercero de la dinastía), quien también había sido elevado a los
altares. Mamush nos contó que el lugar estuvo habitado por una familia de magos
que se negó a abandonar el lugar para ser convertido en monasterio, lo que
obligó al rey a expulsarlos. No llegué a captar las consecuencias de estos
actos.
El terreno sobre el que fue
construido el monasterio era pantanoso, lo que obligó a crear unos cimientos a
base de paneles de madera de olivo. Ese terreno pantanoso simbolizaba el mar.
Quedaba aún aquella referencia en un agujero que daba al pozo. Hasta allí se
acercó una mujer mayor con bastón, que introdujo en el mismo y depositó el agua
que lo había tocado sobre la frente de una mujer joven que quizá había acudido
para pedir fertilidad o una vida mejor.
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