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Imágenes y palabras de Etiopía 91. En compañía de los niños.

 


Tomé el camino hacia la izquierda, inconscientemente, considerando que me encontraría ese espectáculo, que bullía en mi cabeza, desde el altozano que se anunciaba. Tuve que prolongar algo más mi caminar y sí, ahí estaba. El paisaje era un amplio valle verde con el río en su parte inferior y prolongado hacia el horizonte, donde las montañas se encajaban unas con otras, se superponían, cambiaban de color del verde al gris. Esas montañas crecían por encima de los tres mil metros.

Para esta gente, y especialmente para los críos, que un extranjero sólo se parara para contemplar lo que para ellos era el pan suyo de cada día, era extraño. Abarqué la panorámica despacio, intentando memorizar los detalles que me enamoraban.



Continué mis pasos según la intuición y los cantos de sirena que emitían otros paisajes. Atravesé una calle con casas de piedra bastante decentes, mujeres vestidas con colores vivos, bien arregladas, limpias.

Un grupo de niños me sorprendió mientras tomaba fotografías del atardecer. Me rodearon, intentaron llamar mi atención y se pusieron como locos mientras recogía sus gritos y risas con el vídeo de mi cámara.

Entré en otro hotel que anunciaba buenas vistas. Nadie me preguntó si estaba allí hospedado ni se interpuso en mi camino ya que lo normal era que un extranjero entrara en un establecimiento para extranjeros. Era la división aceptada. Caminé en descenso y encontré otro hermoso mirador, otro matiz del valle, otro rasgo de espectacularidad que serenó mi corazón y dejó pleno mi espíritu.

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