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Imágenes y palabras de Etiopía 87. El conflicto entre Etiopía y Starbucks.


 

En la web de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (en España las marcas se engloban en la propiedad industrial) conocí la controversia que se había suscitado en cuanto a la titularidad de estos derechos entre el gobierno de Etiopía y Starbucks. Según esta organización, el café generaba el 60% de los ingresos por exportación del país africano y daba empleo, de forma directa o indirecta, a unos 15 millones de personas. Aunque la calidad de este café se traducía en elevados precios en el mercado internacional, solamente entre el 5 y el 10 por ciento de esa suma se quedaba en el país. Los grandes beneficiados eran distribuidores e intermediarios.



El gobierno de Etiopía trató de obtener mayores ganancias a través de la iniciativa conocida como Desarrollo de la Marca y Concesión de Licencias del Café Etíope. No era viable un sistema de indicaciones geográficas, lo que denominaríamos popularmente en nuestro país como denominaciones de origen. Se optó por la inscripción de marcas cuyos derechos de explotación y utilización controlaría el Estado. Sin embargo, sufrió un importante revés en Estados Unidos donde la Oficina de Patentes y Marcas denegó el registro de la denominación Harrar/Harar, y posteriormente la de Sidamo, por entender que correspondía a una descripción demasiado genérica. La oposición fue instada por la National Coffee Association, tras la que estaba Starbucks. Esta misma entidad se ofreció a colaborar con el Estado Etíope y tras una importante negociación suscribió acuerdos de licencias de marcas (en el acuerdo se utilizaba el término designación y no el de marca) para cerrar la controversia. Estos acuerdos se repitieron en otros países y provocaron un aumento del precio del café en origen y una más justa distribución de los beneficios.



Aquel ritual animó a los presentes, que iniciaron una conversación de lo más interesante sobre las influencias de las iglesias Armenia y Siria en el traslado de costumbres a los musulmanes, algunas de las cuales se repetían entre los etíopes. Seguí aquella conversación con bastante interés hasta que se enzarzaron en algunos aspectos que me parecieron excesivos para aquel momento de la tarde, con lo cual decidí salir a la terraza de la casa que daba a un paisaje espectacular. Ante mis ojos se ofrecía aquella concatenación de valles y montañas, de verdor que había captado mi atención desde el momento de nuestra llegada.

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