La noche había dejado un rastro
de lluvia y de tormenta. Comentamos que resultaba extraño que esta zona fuera
la misma que había sido azotada por la sequía y el hambre allá por los tiempos
del documental El hambre oculta, aquella tragedia en las postrimerías
del reinado de Haile Selassie que describió Jonathan Dimbleby. En una portada
de la revista Time aparecía en
grandes letras la palabra Famine,
hambre, con la imagen de una madre desesperada y un niño desnutrido que
seguramente falleció poco tiempo después de tomar la foto.
El hambre era un problema
crónico de Etiopía y esa parte del mundo. Quizá el turismo pudiera paliar en
parte aquella sangría. Los campos verdes que contemplamos en el viaje puede que
garantizaran una buena cosecha y el alejamiento de ese jinete del Apocalipsis.
Cuenta la leyenda que cuando el
rey Lalibela hubo terminado la construcción de las iglesias se le apareció San
Jorge, el patrón del país, y le reprochó que no le hubiera dedicado ninguna de
las mismas. El rey admitió su error y para congraciarse con el santo se puso
manos a la obra. Complacido, San Jorge bajó en alguna ocasión a visitar la
evolución del templo. Prueba de ello era la huella de su caballo en el pasadizo
que conducía hasta la entrada.
Biet Giyorgis, la
casa de San Jorge, fue la última en construirse, aislada de las demás, sin
pertenecer a ninguno de los dos grupos. Era, sin duda, la más emblemática y
famosa. Ocupaba la portada de nuestra guía e ilustraba la de otras
publicaciones.
A primera hora de la mañana,
sobre las 8.30 (abría a las seis de la mañana) la disfrutamos con poca gente,
sin disputar el sitio. Imperaba el silencio y las vistas sobre los valles y las
montañas eran un deleite para la mente. En la parte más cercana del horizonte punteaban
las casas casi absorbidas por el verdor de la naturaleza. Regresamos varias
veces a la caída de la tarde, antes de que cerraran.
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