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Imágenes y palabras de Etiopía 77. Ocupando el atardecer.


 

Nuestro guía nos propuso regresar dando un paseo. Aún lucía el sol y quedaban ganas de saborear algo más. Por senderos de tierra, atravesamos barrios con cabañas circulares similares a los bungalows de nuestro hotel y nos cruzamos con lugareños que sonrieron con curiosidad a nuestro paso.

En torno a una mesa se congregaban cinco jóvenes con su maestro. Éste lucía un alto turbante de un blanco inmaculado y una túnica también blanca. Su rostro era severo, quizá para imponer autoridad sobre aquellos aprendices sentados en piedras desiguales. Llevaban el pelo muy corto y tendrían entre diez y doce años. Cada uno portaba un libro y recitaba las palabras sagradas armonizadas con las voces de los otros. Era una salmodia monótona que llenaba el aire de la tarde con ese rumor permanente. La repetición haría que aprendieran de memoria los versículos del Libro Sagrado. Quizá su destino fuera el de sacerdotes de aquella singular ciudad.



Junto a la choza más cercana habían desplegado reproducciones de varias pinturas que nos eran familiares: la Virgen con el niño, San Jorge y el dragón, santos y querubines. Permitían recordar la iconografía que adornaba las iglesias con aquellos tonos de fondos amarillos y siluetas verdes y azules. El soporte era piel de oveja o de cordero. Quizá las ventas se aplicaban a los costes de aquel aprendizaje. Me pregunté dónde podría poner aquellas pinturas en mi casa.



No demostramos demasiado interés en recluirnos en las habitaciones hasta la hora de cenar. Como ya habíamos ganado confianza entre nosotros nos reunimos en un porche a la entrada del hotel para tomar una cerveza y charlar un poco: del viaje, de nuestras vidas, de cualquier cosa. Compartir el diálogo era una buena forma de rellenar esos espacios que siempre brotan en los viajes. Aumentaban la amistad y relajaban las piernas. Poco a poco la gente se fue animando después de dejar las mochilas y mandar los mensajes a la familia y a los amigos. Prácticamente todos estábamos allí

La cena no tuvo mayores historias y no tardamos demasiado en irnos a dormir.


 

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