Después de un repaso general y
contemplar desde abajo las galerías de las mujeres situadas a los lados,
salimos hacia la casa de la Santa Cruz, Biet Maskal. Era pequeña y
parecía más una capilla que una iglesia atendida por sus propios sacerdotes y
gozaba de la autonomía litúrgica de su rango. Era alargada y algo estrecha y
tres pilares la dividían en dos naves o secciones. Comunicaba con otras
dependencias, criptas o lugares de almacenaje. La fachada estaba decorada con
diez lunetos que representaban los diez mandamientos.
Lo más reseñable fue el breve
ritual al que fuimos sometidos (los que quisieron) con una hermosa cruz que en
sus brazos estaba adornada por otras más pequeñas. Mamush habló con el
sacerdote de turbante blanco y cara imperturbable que vestía un lujoso ropaje
verde. Posó la cruz sobre los hombros, la espalda y la frente y nos la dio a
besar.
Biet Denghel, al
sur, la casa de las Vírgenes Martirizadas en tiempos del emperador Juliano, era
un hipogeo semiexcavado en la roca. Quizá fuera un templo dedicado en la
antigüedad a los ritos de Venus. Cuatro pilares dividían su interior plano
hasta el altar, en que se convertía, como era habitual, en una cúpula. Su uso
habitual era el de cámara de canto.
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