El interior estaba dividido en
tres naves por dos filas de cinco pilares que acababan en arcos de medio punto.
Al elevar la vista, y con gran esfuerzo por la oscuridad de la iglesia,
apreciamos que estaba decorada con pinturas. Algunas eran geométricas, como
flores abiertas o símbolos solares, la estrella de Salomón, esvásticas, o la
Cruz de Malta. Otras representaban diversas escenas: la Anunciación de Zacarías
sobre el nacimiento de San Juan Bautista, la Visitación de María a Isabel, la
cena en casa de Simón, un paralítico en su cama, un águila bicéfala que no
tenía nada que ver con nuestra águila imperial. De inspiración bizantina eran
la paloma eucarística, el fénix o el pavo, y compartían protagonismo con otros
animales locales, como el cebú, el elefante o el camello.
Mamush nos reagrupó en torno al
pilar central, que simbolizaba la unidad y que estaba cubierto por una tela. Se
decía que el rey Lalibela asistía diariamente a los oficios cada mañana en este
templo. En una de esas ocasiones tuvo una visión: Jesús celebraba la misa con
el atuendo del sacerdote. Para conmemorar ese milagro mandó recubrir el pilar
para que no fuera profanado por la vista de los infieles porque había sido
tocado por la divinidad. También afirmaban que simbolizaba el eje cósmico que
unía el cielo y la tierra. Parte de la iglesia estaba tallada sobre Biet
Golgotha Selassie, y algún experto afirmaba que este pilar no tenía base y
se prolongaba hasta ella, sin capitel. El de esa iglesia simbolizaría la
Resurrección y éste la Ascensión.
Según una leyenda popular, uno
de los pilares mostraba el pasado de la humanidad y éste, cubierto por la tela,
el futuro, que sólo podía ser conocido por Dios. Otra tradición aseveraba que
el pilar contenía el secreto del inicio y del fin del mundo. Los sacerdotes manifestaban
que fue el propio rey Lalibela quien talló el pilar y dejó reseñado el secreto
de cómo fueron realizadas las iglesias. Por todas estas razones se decía que
sería un sacrilegio dejar el pilar desnudo. Qué mejor medio de protegerlo que
el castigo divino. La experta Beatrice Playne escribió que había visto bajo la
tela una madonna del siglo XVII o
XVIII.
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