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Imágenes y palabras de Etiopía 71. La casa del Redentor.

 


La primera iglesia que visitamos fue la del Redentor, “el que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados”, según el capítulo 1, versículo 5, del Apocalipsis. Entramos por la puerta norte. La principal era la oeste, como en las iglesias católicas, que daba acceso a un nártex. El interior estaba dividido por veintiocho pilares, cuatro en el lugar más sagrado y veinticuatro en las naves, que vendrían a vincularse con el capítulo 20 del Apocalipsis de San Juan al describir el reino de mil años y la asamblea de los que se salvan. Otra referencia apuntaba a dieciocho pilares, tanto en el interior como en el exterior, que se vincularían con el número de la palabra vida.



Mamush nos acercó hasta tres nichos excavados en la parte este, ocupada por el tabot, que se correspondería con nuestro ábside. Representaban los sepulcros simbólicos de Abraham, Isaac y Jacob. Quizá acogieron a algún personaje importante, o al legendario constructor de las iglesias, Sidi Maskal. Los sacerdotes se dejaban fotografiar y posaban con total naturalidad.

Esta iglesia servía como referencia de otras de la ciudad. Solían ser de planta basilical, rectangular, con influencias bizantinas y occidentales. La nave central era más alta que las laterales y estaba cubierta por una forma abovedada. En las laterales, más bajas, era plana. Los pilares eran cuadrados y en algunas, cruciformes, con total ausencia de columnas redondas. Algunos mostraban basa y capitel.



La luz artificial combatía la penumbra. Me gustó observar la luz natural que se filtraba por sus hermosas ventanas organizadas en dos niveles que recorrían los muros. Representaban ojos de cerradura, similares a la parte superior de los obeliscos de Aksum, o como cruces de muy variadas formas.

En la parte oeste, a los pies del templo, yacían los instrumentos de los músicos como si los hubieran abandonado precipitadamente. En la cabecera presidía un gran retrato de Cristo como Redentor. Sobre él, la Trinidad con sus tres representaciones iguales. Otros cuadros con la Virgen y el niño o Cristo crucificado completaban la escueta decoración. Una tela naranja cerraba el acceso al tabot, que guardaba una réplica del Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés.

Muchos pilares no estaban tallados. Quizá el techo estuvo pintado con frescos. Si así hubiera sido, impresionaría contemplar la iglesia iluminada a la luz cimbreante de las antorchas que jugaría con esos colores.

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