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Imágenes y palabras de Etiopía 66. Un rey que alcanzó la santidad.


 

El rey Lalibela no estaba destinado al trono. Quizá tampoco a la santidad.

Según las actas de Lalibela, del siglo XV, cuando nació el hijo del emperador Zan Siyoum, un enjambre de abejas se posó sobre el cuerpo del niño sin dañarle, por lo que su madre exclamó, “las abejas saben que será rey”, y le llamó Lalibela, “las abejas reconocen la soberanía”. Esta curiosa leyenda estaba protagonizada, nuevamente, por las abejas, como en el caso de Gondar.



El heredero natural era su hermano Harbar, quien temió por su trono cuando tuvo conocimiento de estos hechos. Para evitar la competencia mandó envenenarlo. Le entregaron un alimento que fue probado por su guardaespaldas, y murió en el acto tras ingerirlo. Después, le tocó el turno a su fiel perro, que siguió el mismo destino. Lalibela consideró que no debía prolongar su vida ya que su presencia en este mundo no era deseada. Así pues, también tomó el alimento envenenado. Lejos de morir fue transportado por los ángeles que le mostraron unas construcciones singulares. Dios le devolvió la vida y a cambio se comprometía a edificar once iglesias similares a las que le habían sido mostradas en aquel viaje. También se estableció otra condición: no podría utilizar madera ni argamasa, de ahí que se viera obligado a tallarlas en la roca.



Ante este fenómeno, su hermano abdicó en favor de nuestro santo rey y rogar el perdón.

Las iglesias se construyeron en tan sólo 24 años. Según cuenta la leyenda, durante el día las construían los obreros y durante las noches los ángeles. Se inspiraron en las construcciones de Jerusalén. La ciudad se convertiría en el Jerusalén negro.

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