Era aceptado al límite del rigor
histórico que en el siglo VI se estableció una provincia tributaria de Axum. Con
el tiempo ganó preeminencia hasta controlar el país. Cuentan que el primer rey
de esta nueva dinastía descendía de Masoba Warq, hija de Naod, el último rey de
Axum. También, que los orígenes de la familia se remontaban hasta una doncella
del séquito de la reina de Saba que la acompañó a Jerusalén y que mantuvo
relaciones con el rey Salomón, que la dejó embarazada. En el siglo XV, con la
santificación del rey Lalibela, la iglesia etíope reivindicó a toda la
dinastía. Se plantea que este rey no fuera quien construyera las iglesias y que
se le asignaran como instrumento para su legitimación.
Para el mundo occidental esta
obra tuvo carácter mítico (y me temo que desconocido) hasta la llegada de los
portugueses en el siglo XVI. Francisco Álvarez, capellán de la embajada
portuguesa de 1521, y Miguel de Castañoso, en 1564, fueron los primeros que
reseñaron en sus escritos las maravillas de sus iglesias excavadas en la roca.
Hubo que esperar al siglo XIX para nuevas referencias, como las del alemán
Gerhard Rohlfs y los franceses Simon y Raffay. Todos quedaron impresionados. El
siglo del colonialismo y las grandes exploraciones alumbró muchos de los
extraordinarios tesoros que acumulaba el mundo y que los europeos trataban de
arrebatar para incorporarlos a sus soberanías.
Las moradas de Dios pudieron ser
destruidas en la década de 1880 por la furia del azote musulmán que asoló el
país de la mano de Mohamed Ahmad Ibn Ibrahim, conocido como Gragn, el Zurdo,
quien tenía por objetivo arrasar toda iglesia cristiana que se pusiera por
delante en sus razias sistemáticas y destructivas. Sin embargo, dicen que al
ver las de este lugar quedó tan maravillado por sus bellezas que las salvó; eso
sí, ordenó destruir tabots, cruces, sedas, alfombras y objetos litúrgicos, y
arrambló con todo aquello que pudiera revender para financiar nuevas campañas.
No fue hasta la ocupación italiana, en 1939, cuando el arquitecto y arqueólogo Alessandro Augusto Monti della Corte escribió el primer tratado sobre las iglesias. También corrió por cuenta de los italianos la primera restauración entre 1965 y el inicio de la década de 1970, a cargo del arquitecto Sandro Angelini y bajo los auspicios de la Unesco, que devolvió las iglesias a su estado original.
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