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Imágenes y palabras de Etiopía 61. Sobre el nombre y el desarrollo de Lalibela.


 

El aeropuerto de Lalibela era como una agradable caja de zapatos. En el fondo, no necesitaba más, ya que el flujo de viajeros era relativamente pequeño. Los aeropuertos regionales de Etiopía eran básicos, con los servicios esenciales y sin todo ese tinglado comercial, de restauración y ocio, que produce más dinero que las tasas aeroportuarias. La recogida de maletas fue rápida. Nos esperaba un nuevo vehículo para llevarnos a la ciudad. Aunque distaba unos 25 kilómetros, el trayecto nos llevaría algo más de una hora. No fue tiempo perdido: atravesamos un paisaje hermoso y salvaje de montaña, verde intenso, de un primitivismo que trasladaba a un espíritu de aventura. Ascendimos la montaña, paramos en un mirador improvisado y nos convencimos de que Etiopía no era un país seco en época de lluvias.



Roha, su anterior denominación, podría significar llanura donde el agua se acumula. Era un lugar con múltiples suministros de agua, que era el protagonista de las tierras y montañas en donde se encastraba la Ciudad Santa. En el siglo XIV, su nombre cambió a Uruar o Warwar.



El desarrollo del lugar se vinculaba con la dinastía Zagwe, de la etnia Agaw, cusita, no semita, que gobernó la zona entre el año 1150 y hasta el 1268 o 1270. Esta dinastía interrumpió la línea dinástica de los descendientes del rey Salomón por lo que fue considerada usurpadora. Y qué mejor forma de reivindicar la legitimidad que una obra arquitectónica increíble adjudicada a la intervención divina en forma de ángeles. El pueblo quedaría impresionado y no discutiría el favor de Dios que los reyes gozaban. Las dinastías posteriores trataron de minimizar los logros de este favor de Dios. Fue uno de los periodos artísticos más ricos de su historia.

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