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Imágenes y palabras de Etiopía 60. Tránsito hacia la ciudad Santa.


 

Viajas para romper la monotonía. Sin embargo, los días siempre conservan una parte de sus automatismos. Para diferenciarlos quizá quieras justificarte afirmando que durante el viaje ritualizas momentos, como los de la mañana hasta que arrancas hacia la aventura. El ritual de aquella mañana fue el acostumbrado: despertar a las 7, a las 7.30 el desayuno y salida a las 8. Nos salvábamos de un inmenso madrugón.

La ciudad estaba plenamente despierta a esas horas. Si el sol ha ascendido por el horizonte no hay razón para desaprovechar su luz gratuita. Un poco más abajo de nuestro hotel tuvimos la oportunidad de recorrer el bulevar o avenida principal que estructuraba el centro de Gondar. Un grupo de hombres observaba un partido de fútbol-sala con porterías de hockey. Etiopía no es una gran potencia en fútbol. Sin embargo, los hombres son muy aficionados a este deporte. Muchos niños y jóvenes visten camisetas de equipos europeos, especialmente de la liga inglesa y del Barcelona.

Pasamos ante otro de los palacios de la ciudad y continuamos para empezar el ascenso hacia la montaña que nos conduciría hacia el aeropuerto de Azezo. Un poco más lejos, una instalación militar.



El aeropuerto Teodros II estaba a unos 25 kilómetros. Era muy pequeño, casi de bolsillo. Operaba tan pocos vuelos, cuatro, que los anunciaban en una pizarra. El nuestro, destino Lalibela, figuraba en la misma.

Era curioso que el aeropuerto estuviera dedicado a este monarca que había mandado quemar la ciudad de Gondar por no aceptarle como emperador al carecer de sangre real. Quizá fuera un ejemplo más de la capacidad de los etíopes para perdonar a personajes controvertidos que, sin embargo, lucían méritos suficientes para su ascensión al olimpo de hombres ilustres. Melosas estatuas y retratos del héroe del siglo XIX adornaban la ciudad como correspondía al primer gran unificador contemporáneo.

Trató de liberar a su pueblo y acabó condenándolo. Por cierto, la parte más controvertida de su reinado, la expedición de los ingleses al mando del general Napier para liberar a los diplomáticos europeos encarcelados por Teodros, no aparecía en el capítulo de historia de la guía. Cuando se hablaba de la destrucción de Gondar y de los daños causados a los monumentos únicamente incluía a italianos y británicos, no a este monarca.

Después de facturar me entretuve en las tiendas observando algunas de las artesanías que ofrecían. No me aportaron nada, salvo un poco de distracción.



Las montañas consagraban el aislamiento de la ciudad sagrada, como si las manos de Dios se hubieran empeñado en mantener la pureza del lugar. En su entorno abundaban los picos por encima de los cuatro mil metros. Alcanzar Lalibela por carretera era posible, aunque muy complicado. Hubiera supuesto todo un día de viaje y multitud de incomodidades, si bien nos hubiera permitido conocer de primera mano aquella zona. Las carreteras contribuían a preservar la soledad con su mal estado. Los contratistas chinos se afanaban por llevar la contraria a Dios, a los espíritus, a las montañas y a la desidia del gobierno. Su lucha contra el barro era titánica.

Durante el vuelo habíamos sobrevolado una zona montañosa y verde, con valles fértiles, bien cultivados y surcados por ríos de un intenso color marrón. Los puntos que brillaban eran los tejados metálicos de las casas.

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