La primera vez que oí hablar de
los falashas fue a Juan Manuel Riesgo
en un almuerzo coloquio en Madrid. Se refería a ellos como probables
antepasados de un pequeño grupo étnico de Sudáfrica, los lemba, unos 70.000 individuos que mantenían prácticas judaicas.
Confirmé aquellos datos en su publicación “El apartheid”, el nº 12 de Cuadernos
del Mundo Actual, de Historia 16. Se les denominaba los judíos de
Kruger, por ser el presidente del Transvaal quien los había estudiado para
intentar someterlos. “En ellos son frecuentes nombres como Filemón o Salomón y
poseen una nariz sorprendentemente judía y alargada entre pueblos negros”-afirmaba
Riesgo.
Utilizaban en su lengua shona algunos términos hebreos,
practicaban la circuncisión y tocaban instrumentos musicales similares a los de
los falashas. Quizá fueran negros nilóticos
convertidos al judaísmo en Etiopía y desplazados posteriormente a los grandes
lagos y a Sudáfrica.
A los judíos negros lemba no se les concedía ninguno de los
derechos de los blancos.
A pocos kilómetros al norte de
la ciudad se localizaban algunas aldeas donde aún habitaban falashas, los Bete Israel (la Casa de
Israel). Una de esas aldeas era Wolleka. Me hubiera gustado acercarme a ella y
conocerlos de primera mano. No sé si hubiera podido entenderme con ellos. Habrá
que esperar una próxima ocasión, si es que la hubiere. Era famosa su cerámica
decorada con motivos judíos, como la estrella de David o escenas sobre el rey
Salomón y la reina de Saba.
El término falasha tenía cierto carácter peyorativo, que equivalía a
extranjero, vagabundo u hombre sin tierra.
De algo más de cien mil personas
habían pasado en las últimas décadas a menos de diez mil. La causa de tan
extraordinario descenso era la emigración a Israel. La ley de Retorno de 1950
abrió el camino a su reconocimiento como descendientes de las tribus perdidas
de Israel, en 1975. En varias operaciones fueron trasladados a ese país. No fue
fácil. La hambruna de 1984 provocó el traslado de un primer contingente a
campos de refugiados de Sudán, de donde partieron a Israel. Era la operación Moisés.
En 1991 tuvo lugar la operación Salomón. En 36 horas trasladaron en avión a más
de catorce mil falashas.
Posteriormente fueron sometidos a un ligero proceso de conversión.
Lo que no fue un éxito fue su
integración en Israel. Según el artículo “El orgullo roto de los falashas”, publicado en El País en junio
de 2006, “el 70 % de las familias carece de un salario, el 66 % vive de ayudas
sociales”.
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