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Imágenes y palabras de Etiopía 54. Continuando por el complejo palaciego.

 


Los terremotos, las invasiones y los bombardeos de los británicos en la Segunda Guerra Mundial habían causado importantes daños en los edificios. Algunos carecían de techo, habían perdido los pisos intermedios o algunos elementos constructivos. En general, se mantenían externamente bastante bien. Algunas restauraciones, nos comentaron, no habían sido muy afortunadas y la falta de fondos impedía una mejor conservación. Sin embargo, se notaba el orgullo entre aquellos muros, el de los que dieron orden de construirlos y el de quienes eran responsables ante los visitantes. Pocos países de África pueden vanagloriarse de ese patrimonio. Las intervenciones de la Unesco de la década de 1970 habían eliminado el cemento y el hormigón utilizado entre 1930 y 1936. El uso de las técnicas y materiales originales se había impuesto.



Curiosamente, los edificios estaban comunicados entre sí por túneles.

El tercer edificio que salió a nuestro paso fue el Archivo Real, un hermoso cubo en donde establecieron los italianos su cuartel general y que fue bombardeado por los británicos. Desde allí se podía seguir hacia la iglesia de Gimjabet Maryam, el tesoro de Santa María, y la tumba del cónsul inglés Walter Plowden, pero seguimos hacia la Casa del León y el grupo más al norte. Mamush nos comentó que esas construcciones se vinculaban con las excentricidades, más que aficiones, de los reyes que las promovieron: a uno, le gustaban con pasión las mujeres, a otro el teatro, que dio lugar al auditorio de música de Dawitt II, hijo de Iyasu I, que murió envenenado; a Bakaffa, hermano y sucesor de Dawitt II, le gustaba comer en exceso, lo que dio origen al comedor de gala; junto a él, los establos. A la emperatriz Mentewat se la acusó de casquivana, cuando realmente fue feminista. La esposa de Bakaffa y madre de Iyasu II edificó lo que en la actualidad era la biblioteca pública. Al lado, unos baños turcos. En la parte trasera, unas jaulas albergaron a las fieras de los monarcas. Las mujeres se metieron en ellas para simular sus rugidos y hacernos pasar un rato divertido.

Tomamos el vehículo y nos trasladamos a los baños de Fasílides.



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