Cuenta la historia, que leí en los libros de Javier Reverte, que el emperador Susinios mostró varios emplazamientos para su nueva capital a su amigo y consejero Pedro Páez. Éste los rechazó todos, pero le mostró un lugar de abundante caza, agua y bosques, lo que convenció al soberano. De aquella abundancia poco queda. Incluso los bosques antiguamente de árboles autóctonos fueron sustituidos por el omnipresente e invasor eucalipto.
La tradición, según leí en
Wikipedía, afirmaba que un búfalo llevó al emperador Fasílides, el hijo de
Susinios, hasta un estanque cerca del cual vivía un anciano y venerable eremita
que aconsejó al emperador que construyera allí su capital. El soberano hizo que
se rellenara el estanque y sobre él construyó su castillo.
Sea una u otra la realidad, Fasílides
estableció en Gondar su capital, que mantuvo su dinastía. Fue el singular y
popular Tewodros II quien la abandonó después de arrasarla en 1866. La
población no le consideraba digno de ser nombrado rey al discutir su origen y
su sangre y éste no perdonó a la ciudad tan tremendo desplante. Prefirió
establecerse en Magdala. En 1868 vio llegar a la expedición británica comandada
por el general Napier que conduciría a la derrota y el suicidio del impetuoso
Tewodros.
Los infortunios de la ciudad
fueron abundantes, para su desgracia. Sufrió un terremoto a principios del
siglo XVIII. La invasión egipcia de 1875, que buscaba crear un imperio que
recordara los tiempos de los faraones, obligó a retirarse en 1884. La ciudad
fue nuevamente arrasada poco después por los derviches del caudillo sudanés El
Mahdi. Yohannes IV, el sucesor de Tewodros, murió luchando contra los invasores
sudaneses en la batalla de Gallabat. Los italianos, tras la invasión de 1935,
establecieron su capital del norte en la ciudad. El trazado actual de la misma
y los horrorosos edificios de Piassa eran su legado.
La Camelot de África, como leí
que la denominaban, había conservado los castillos construidos por los
descendientes de los artesanos portugueses que acompañaron a la expedición
militar que ayudó a derrotar a Ahmed Gragn, el Zurdo, el caudillo musulmán que
pudo haber terminado con el reino cristiano de Etiopía en el siglo XVI.
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