Emmanuel D’Almeida, otro
jesuita, lo describe como un hombre alto, de cabellos castaños, presencia
llamativa y muy rápido de mente. Y, sobre todo, “tan afable en sus modos que
cautivaba los corazones de cuantos le trataban”, destaca Reverte”, que recoge también
las palabras de Bruce, su enemigo declarado, que habla de él como un hombre
raro “tan afable, compasivo y humilde, que nunca tuvo la oportunidad de
conversar, aún con los herejes, sin convertirlos en amigos”. Y, continúa
diciendo, que “cada vez que Susinios venía a Gorgorá, se detenía largo rato, de
rodillas sobre su tumba, derramando abundantes lágrimas”. Gorgorá y Fremona
fueron las dos principales misiones de los jesuitas. La primera aún conserva
las ruinas de una iglesia barroca erigida por Páez.
Recorrió el país en sus andanzas
misioneras y muchas veces acompañando al emperador, que lo adoptó como
consejero. Dejó unas extraordinarias descripciones de sus paisajes, sus
ciudades, sus gentes y sus costumbres en su Historia
de Etiopía, que durante mucho tiempo fue ignorada. No se publicó en español
hasta 2010 y la edición portuguesa data de 1945.
Muchas mentiras se escribieron
sobre Etiopía en el pasado. Entre las más abultadas destacaban las del fraile
dominico español Luis de Urreta que vertió en su obra Historia eclesiástica
y política de los grandes y remotos reinos de Etiopía, monarquía del imperio
llamado Preste Juan de las Indias.
Luis de Urreta nunca estuvo en
Etiopía, por lo que nunca pudo corroborar las afirmaciones que imputa a un
etíope llamado Joao Balthasar, nacido en la provincia de Fatagar y desplazado a
Europa, donde le conoció. Transcribo lo reflejado por Reverte del libro de
Urreta:
Contaba
que Etiopía era un país de fabulosas ciudades con edificios majestuosos, que
poseía una biblioteca donde se guardaba toda la sabiduría del mundo, que el
emperador era dueño de un riquísimo tesoro en piedras preciosas y oro, que
había numerosas y excelentes escuelas donde estudiaban juntos niños de ambos
sexos… y muchas otras insólitas fantasías: en el país había hormigas grandes
como perros, árboles que daban fruta todo el año, reyes que descendían de los
Reyes Magos y que nacían con una estrella grabada en la piel… Urreta afirmaba,
además, que los etíopes practicaban el catolicismo y que sus emperadores
juraban la obediencia a Roma al acceder al trono.
Este libro provocó que Páez
acelerara la redacción del suyo.
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