La iglesia etíope era una forma
diferente de cristianismo. Eran monofisitas, como los ortodoxos, lo que
implicaba que no reconocían la doble naturaleza humana y divina de Cristo. No
reconocían el Purgatorio, no practicaban la confesión, practicaban la eucaristía
con las dos formas, el pan y el vino, como en la última cena. Habían adoptado
algunas tradiciones judías, como la circuncisión de ambos sexos, la festividad
del sábado, la prohibición de comer cerdo y liebre. La ceremonia del bautismo
era por inmersión y la renovaban todos los años en la Epifanía. Había que
entrar en los templos descalzos, como ya habíamos comprobado. Parece que la
poligamia ya no estaba en vigor, menos aún para los emperadores, a quien le era
tolerada por la iglesia etíope. Había santos comunes, especialmente los
anteriores al siglo V. Los años tomaban el nombre de los evangelistas en ciclos
de cuatro años. Los meses y los días, los nombres de los santos.
La introducción del cristianismo
en Etiopía se produjo en el siglo IV, algo después de la conversión de
Constantino en el Imperio Romano. Corrió a cargo de Frumencio y Edesio.
Ambos acompañaban al filósofo de
Tiro Meropio, según el historiador Rufino y la versión que encuentro en el
libro de Juan González Núñez. El filósofo inició un viaje para conocer la
India. A su regreso, la nave fue abordada y todo el pasaje ejecutado, salvo dos
muchachos que fueron llevados ante el rey, que les tomó cariño. Edesio fue
nombrado copero y Frumencio tesorero y secretario.
A la muerte del rey, quedó al
frente su hijo, que era aún muy joven. La viuda les pidió que no se fueran y
que la ayudaran en las labores de gobierno. Frumencio tomó las riendas y
fomentó el cristianismo. Al llegar a la mayoría de edad del rey rindieron cuentas
y manifestaron su deseo de marcharse, a pesar de los ruegos del rey y de su
madre. Edesio regresó a Tiro y Frumencio a Alejandria e informó al patriarca
Atanasio. Le suplicó que enviara un obispo para atender a los muchos cristianos
que había. Finalmente, se decidió por el propio Frumencio, al que ordenó
sacerdote y consagró como obispo. “Vuelto a Etiopía –escribe González Núñez-,
fueron innumerables los milagros que realizó y el número de bárbaros que
convirtió a la fe”. El joven rey era Ezana que convirtió al cristianismo en
religión oficial del imperio. Sus súbditos, como era costumbre, se convirtieron
a la fe de su señor.
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