En cierta forma, ese sistema de
círculos recordaba a un camino iniciático en que se iba avanzando
simbólicamente hacia un ámbito más sagrado, un sencillo laberinto donde
cualquiera podía encontrar el círculo más interior y sagrado si se entregaba a
una práctica diaria y convencida de su religión.
Con calma fuimos recorriendo el
interior y admirando esas pinturas Un sacerdote de vistosa túnica amarilla
posaba para los visitantes.
Mamush nos dijo que las pinturas
se ejecutaban con pigmentos naturales y sobre piel de cabra que luego se pegaba
a la madera. Sobre la madera no resistirían. De hecho, se veían varios esbozos
en puertas y ventanas que no habían sido coloreados.
El tejado era originariamente de
paja y se renovaba cada cuarenta años, aunque recientes problemas de
conservación habían aconsejado un antiestético tejado de chapa. Las vigas
también estaban decoradas.
Antes de regresar, entramos al
pequeño museo que atesoraba manuscritos, coronas, pinturas y ternos religiosos.
La mayoría de ellos habían sido donados por los emperadores o por grandes
señores de la corte.
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