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Imágenes y palabras de Etiopía 24. La casa de Dios.


 

Si la iglesia es la casa de Dios, Dios habitaba una casa de características externas muy similares a las de sus fieles feligreses de la contornada. Por eso, la mayoría de las iglesias que contemplamos o visitamos en nuestro recorrido parecían chozas o cabañas colectivas, más grandes que las modestas viviendas de los campesinos, pero de una configuración igual de simple y sencilla. La decoración también seguía esas pautas de sencillez, salvo en aquellos casos en los que frescos y cuadros de escenas religiosas iluminaban de color los interiores.



Allá donde era posible, se situaba en un lugar preeminente, en lo alto, por encima del resto de las construcciones, para que pudiera verse desde cualquier lugar del horizonte más cercano. En muchos casos, estaba semioculta por los árboles y mostraba con orgullo los colores de la bandera nacional.



Esas iglesias octogonales o circulares, solían contar con tres recintos separados y concéntricos. El recinto más externo -siguiendo lo escrito por el misionero Juan González Núñez- se denominaba lugar de los cantores o kenie meklet; el intermedio, lo denominaban el santo, el keddest, en el que se distribuía la comunión. El más interno, el santo de los santos, el mekdes, guardaba el Arca de la Alianza, el tabot, y una copia de las Tablas de la Ley. Era inaccesible, salvo para los sacerdotes. Algo parecido a la zona tras el iconostasio en las iglesias ortodoxas. Los etíopes eran también ortodoxos, vinculados durante siglos con Alejandría y posteriormente como jerarquía independiente.

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