El viajero se pregunta cuál es el ambiente de la noche de la ciudad que visita. La respuesta la encuentra en el barrio de Bole, cerca de los hoteles en que se ha alojado.
Fue en el entorno de los hoteles
Caravan y Sunland donde se acumulaba la vida nocturna de Adís Abeba. La primera
noche estaba tan cansado que ni siquiera bajé a cenar a la cafetería del hotel.
Algunos compañeros se decidieron y encontraron una buena oferta de restaurantes
en los alrededores, alguna pizzería agradable y un restaurante francés, La
Mandoline, con buena cocina a un precio similar al de nuestro país. En Etiopía
los lujos occidentales se pagaban caros.
Namibia Street era uno de sus
ejes. Al regreso de nuestro periplo por el norte, una parte del grupo buscamos
un restaurante. En una de las bocacalles nos sorprendió un italiano muy bien
montado, pero todo estaba reservado. En otras bocacalles surgieron otras
opciones, algunas donde acudía sólo gente local. Todos estaban bien. Al final,
en la propia avenida principal nos sentamos en un agradable restaurante abierto
a la calle con una pequeña plaza interior que compartía con una galería y una
joyería. La mesa más cercana estaba ocupada por un grupo etíope de mediana edad
que se quedó asombrado por nuestra animada charla y por nuestras voces algo
elevadas a las que no estaban acostumbrados.
No teníamos demasiado apetito
por lo que pedimos unas pizzas, muy bien preparadas, y una botella de vino
etíope que era parecido a un vino joven, un beaujolais, agradable, aunque no
demasiado convincente. Había que llevar cuidado con el picante porque el
aperitivo que nos ofrecieron llevaba un jalapeño extraordinariamente picante.
No llevé demasiado cuidado, lo probé y la lengua y los labios se me quedaron
adormecidos.
El ambiente nocturno del sábado
se prolongaba hasta muy tarde. Parece que también el viernes, ya que hubo más
de un compañero que comentó el sábado por la mañana que la música se prolongaba
hasta altas horas. Curiosamente, lo comprobamos cuando nos recogieron a las
5.30 para llevarnos al aeropuerto y atravesamos la zona de discotecas, bares de
copas y locales de diversión.
En la puerta de los locales
había muchas mujeres jóvenes de “aspecto guerrero”, lo que nos hizo pensar que
hubiera prostitución. País pobre y mujeres jóvenes y guapas es el caldo de
cultivo para ello.
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