Un taxi nos llevó hasta una de
las puertas cercanas a Bete Maryam. Estaba en una zona de un amplio parque, la
colina de Entoto, que era aprovechado por los lugareños para pasear bajo los
eucaliptos. Fue edificada tras el matrimonio de Menelik con Taitu y aquí tuvo
lugar la ceremonia de coronación de Menelik II en 1894. Entramos en el recinto
y contemplamos la iglesia octogonal. Estaba cerrada y no pudimos acceder a su
interior ni a su aconsejable museo, donde se guardaba la corona de Menelik y la
medalla de oro olímpico del atleta y héroe nacional Haile Gebre Selassie. Sí
que aprovechamos para rodear completamente el templo y observar a los
feligreses con sus vestidos blancos pasando de forma intrascendente la mañana
del domingo.
Buscamos la salida para subir
por una cuesta a la sombra de altos árboles y bajo la atenta mirada de un
soldado en una garita, que nos advirtió para no realizar fotos en el lugar. El
mausoleo de Menelik II, el fundador de la capital, también conocido como Taeka
Negest o lugar de descanso de los reyes, fue construido a instancias de la
emperatriz Zewditu en 1911. Era también octogonal, seguía el estilo neoclásico,
estaba cubierto por una vistosa cúpula rematada por una corona y su parte
subterránea se había convertido en el panteón o mausoleo imperial que albergaba
los restos de varios miembros de la familia real, como Menelik II, su esposa,
Taitu, su hija, la emperatriz Zewditu, o la hija de Haile Selassie, la princesa
Tsehai. Tampoco pudimos acceder a su interior. Por ello recurriré a la
descripción de Javier Reverte en Los
caminos perdidos de Dios:
Varias
decenas de sacerdotes y acólitos entonaban cánticos y letanías sin cuento,
apretados en el estrecho espacio del interior, apenas un pasillo circular de
unos cuatro metros de anchura que rodeaba un templete cubierto por cortinajes:
el lugar destinado a ocultar el tabot sagrado.
Pagué como donativo el equivalente a dos euros y medio a un monje que se acercó
solícito y que me indicó por señas que podía hacer fotos si era mi deseo. Nadie
se inmutaba ante la luz del flash. Vidrieras de vivos colores se abrían en los
muros y frescos con diversos motivos míticos e históricos decoraban la bóveda:
Salomón junto a la reina de Saba, Menelik II derrotando a los italianos en Adua
y Haile Selassie armado con escudo y lanza.
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