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Milán, Pavia y los lagos 52. Los Navigli.

Navigli Grande. Fuente: Hoteles NH
 

Alberto Vigevani dibuja una estampa de los Navigli en su libro Verano en el lago. La casa donde vive el pequeño Giacomo se encuentra en el cuarto piso y desde el balcón contempla el movimiento del barrio:

El pasatiempo habitual de Giacomo consistía en mirar desde el balcón las chalanas que, cargadas de haces de leña o de grandes rollos de papel de periódico, remontaban el canal en dirección a San Marco remolcadas por caballos, los cuales echaban al resoplar una vaharada que se disolvía de inmediato en el aire cortante.

A veces, alguno de aquellos caballos resbalaba y generaba un pequeño espectáculo que seguía la multitud desde la terraza de "un café frecuentado por empleados del cercano gobierno civil".

Tras el grácil puente de hierro con las sirenas en lo alto de los pretiles, había almacenes con grandes bóvedas abiertas sobre el agua, atestadas de leña o carbón, y más adelante una barandilla de piedra esculpida de la que sobresalían unas plantas. Por la mañana veía las carretas del Verziere o, bajo el otro puente, chalanas negras como la pez descargando montañas de coles. Tras dejar el canal, la calle se estrechaba y oscurecía entre viejas casas y jardines de conventos cercados por altos muros. Ya estaba cerca de la escuela: los sabañones de las manos le dolían por el frío.

Aquella noche el tiempo era benigno, lo que propiciaba que hubiera mucha gente joven paseando y en las terrazas. Las chalanas seguían en el canal, amarradas, rejuvenecidas y transformadas en restaurantes o lugares de copas. El agua estaba sucia y José Luis comentó la insalubridad del ambiente.

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