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Milán, Pavia y los lagos 49. Pequeños pueblos sobre el lago.


 

Hasta la hora de salida del barco que recorría la parte central del lago nos entretuvimos en pasear por Bellaggio. El buen tiempo había propiciado una gran afluencia de visitantes. Nos movimos por sus calles y nos acercamos hasta Villa Serbelloni, convertida en un espectacular hotel de lujo. Continuamos hasta una zona alta desde donde contemplamos Varenna, menos famosa que Bellaggio y también más tranquila. Sobresalía el campanario de la iglesia.



El lago estaba bastante urbanizado. Los pueblos y las casas eran una constante en el verdor de las montañas, si bien no se habían cometido atentados urbanísticos. Habían construido con mesura y se había mantenido una simbiosis entre la naturaleza y la mano del hombre. Por eso seguía atrayendo a las clases altas de medio mundo.



El barco nos acercó primero a San Giovanni. La iglesia miraba al lago, como miraban todas, sin respetar el tradicional eje este-oeste. El medio imponía esa variación. Aparecían nuevos palacetes, los jardines. Cruzamos a Tremezzo y Villa Carlotta y continuamos hacia Lenno, que se resguardaba con una pequeña península. Muy cerca estaba otra de las joyas del lago, Villa Balbianello, donde transcurría parte de la película Un mes en el lago. Un mes hubiera sido necesario para explorar con calma aquellos pueblos y paisajes.

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